Análisis sin Fronteras

¿Quién cuidará el changarro?

El presidente se convirtió en un ‘lame duck’, frase que refiere a un gobernante que deja de regir al ser debilitado por la cercanía del fin de su administración.

La sucesión adelantada, promovida por el mismo presidente Andrés Manuel López Obrador, resultará en un abandono masivo de funcionarios y legisladores que podría traducirse en una parálisis total del funcionamiento del gobierno federal y legislativo. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que de facto el sexenio de López Obrador terminó súbitamente este lunes, al filtrarse las reglas de AMLO para la sucesión presidencial en el “festejo” de la victoria de Morena en el Estado de México. Algunos podrían describir poéticamente que la cena del lunes fue el momento que se abrieron las ventanas para que las corcholatas tomaran vuelo, otra interpretación podría ser que llegó la hora de agarrar el salvavidas y lanzarse al agua antes de que se hunda el barco.

Pero cualquiera que sea la metáfora que mejor refleje la cena del lunes, el hecho es que el presidente se convirtió en un lame duck, una frase que refiere a un gobernante que deja de gobernar al ser debilitado por la cercanía del fin de su administración y no puede ser reelecto.

López Obrador podría haber adelantado el proceso de selección del candidato a la presidencia por su partido como un mecanismo de continuar controlando el proceso. O el presidente estaría preocupado por fisuras que claramente existen en su partido que podrían impactar la selección de los candidatos a las gubernaturas, alcaldías y legislaturas. Otra explicación es que el presidente estaría preocupado de la capacidad de los candidatos que tal vez no tendrían el mismo carisma que él y podrían perder el 2 de junio del año entrante. Podría ser en este momento una preocupación innecesaria ante la debilidad y el desorden que han demostrado los partidos de la oposición. Pero también es importante señalar que quien quiera que sea el o la candidata de Morena, jamás podrán replicar los veinte años de campaña de tierra de López Obrador. Y aunque la estrategia será literalmente “plasmar” la imagen y reputación del presidente en todos los actos de campaña, la verdad es que Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y el resto de las corcholatas no podrán replicar la campaña de López Obrador. También está el problema de los partidos que formarán la alianza con Morena, que, al no tener claramente identificado quiénes son los candidatos, es difícil predecir cuánto le costará a Morena mantener las alianzas con otros partidos.

Tal vez fue una falla conceptual de López Obrador, desde el inicio de su administración, pero al lanzar las corcholatas al aire esta semana, significa la salida de personajes clave para su gobierno y la gobernabilidad del país: Adán Augusto López, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal… Secretario de Gobernación, canciller, jefa de Gobierno, Senador jefe de bancada de Morena. Y seguramente habrá presiones de que otros funcionarios y legisladores también participarán en la desbandada buscando candidaturas -incluyendo la secretaria de Seguridad Pública federal, Rosa Isela y el secretario de Seguridad de CDMX, Omar García Harfuch, ambos posiblemente buscarán ser candidatos para la Ciudad de México. Se anticipa que un importante número de legisladores también serán parte de la desbandada. Es un misterio cuántos se quedarán para legislar.

Considerando que la gobernabilidad, la violencia regional, control territorial de crimen organizado, la relación bilateral con Estados Unidos, crisis migratoria, paneles de disputa con dos socios comerciales serán temas que no tendrán padre ni madre en lo que resta de este sexenio. Y seguramente, como siempre sucede, al acercarse el final de una administración, también habrá filtraciones e investigaciones que no solo comprometerán al presidente, sus allegados y a funcionarios públicos. Y el manejo de crisis y la agenda presidencial quedará en manos de López Obrador desde “mañaneras” y uno que otro funcionario, probablemente con poca experiencia, que sigue en las secretarías, literalmente con la responsabilidad de apoyar las campañas de Morena, destruir material comprometedor y preparar la entrega del changarro. Y sí, al igual que en otras administraciones, no me puedo imaginar la “ratería” en este Año de Hidalgo, especialmente ante el debilitamiento de los procesos de transparencia y el alto porcentaje de contratos sin licitación.

El adelantar los procesos de transición sucede en un momento en donde, al igual que Morena y los otros partidos, el crimen organizado y otros grupos armados regionales, también iniciarán sus “procesos” para buscar quiénes serán sus candidatos que “defiendan” sus intereses. La fracasada estrategia de “abrazos, no balazos” está poniendo en riesgo la gobernabilidad y la viabilidad del proceso electoral. El último en salir que apague la luz. (No se lleven los focos, por favor.)

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