“Cuando estaba yo escribiendo esto, pensé en decirlo más fuerte; o sea, viene cañón; o sea, algo así, pero dije: ‘no, con esto basta’”. Este fue el comentario que hizo en su defensa el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando se le cuestionó por qué solo envió un tweet, a las 20:25 horas, advirtiendo a la población sobre el peligro del huracán Otis. El mismo presidente, en la conferencia mañanera, admitió que consideró un mensaje en “X” mas “fuerte”, pero finalmente decidió que “con esto basta”.
Podremos debatir si estos comentarios debieran considerarse como una confesión de negligencia u omisión criminal que abriría la puerta para que familiares de las víctimas, empresas, aseguradora, y otras personas (nacionales o extranjeras) afectadas por Otis, pueden demandar al estado mexicano o al mismo López Obrador. Y aunque 24 horas después, el mismo presidente se quejó de que se malinterpretaron sus palabras y señaló a los medios de comunicación de mala fe, o malinterpretación de confesión o aceptación de su negligencia, el problema es que no puede borrar sus dichos.
Pero, a pesar de más de 30 años de experiencia política, sigue sorprendiendo la falta de filtro en la boca del presidente: Las palabras de todo mandatario cuentan, especialmente si se hacen en forma pública, en vivo, y a todo color, sin edición, sin filtro, sin alguna persona buscando “traducir” los errores o falta de empatía en los comentarios de López Obrador.
Aunque hay que reconocer la efectividad de la estrategia de comunicación del presidente durante este sexenio, pero esta estrategia solo funciona si las palabras y las posiciones que emite el mandatario ayudan a la Cuarta Transformación. Pero este último año, más que ayudar a su causa, las palabras del presidente podrían poner en jaque su legado.
Pueden pasar años para que un gobernante tenga la confianza del pueblo. Pero en menos de 24 horas, ante el huracán Otis, y la incapacidad de su gobierno, López Obrador perdió la credibilidad. Afortunadamente solo faltan unos 200 días para las elecciones presidenciales, y ojalá no suceda otro desastre natural de la magnitud de Otis porque el país no lo soportaría. Urge la transición. Mientras más pronto mejor.
Y este debería de ser una de las lecciones más importantes aprendidas de la reacción del presidente y su equipo de seguridad y protección civil ante la crisis de Otis para ambas candidatas que buscan reemplazar al presidente. Especialmente Claudia Sheinbaum tendrá que buscar distanciarse del presidente y su reacción ante uno de los desastres catastróficos que ha vivido el país. Y Xóchitl Gálvez tendrá que convencer al electorado de su estilo de gobernar, especialmente durante una catástrofe.
A través de los años, en este espacio y en las aulas universitarias, he tenido la oportunidad de analizar el comportamiento de líderes en crisis, basado en personajes históricos y grandes teóricos en el tema de liderazgo. Hay reglas básicas que permiten a un mandatario enfrentar, junto con sus seguidores y electores, situaciones críticas que han puesto en riesgo la integridad física de la población, la calidad de vida de los ciudadanos o la viabilidad de un gobierno democráticamente electo: 1. El gobernante deberá entender la situación lo más rápidamente posible. Para muchos lectores esto les parecerá una obviedad, pero, como regla general, durante una crisis siempre habrá un déficit de información suficiente para tener confianza suficiente para tomar decisiones. Para enfrentar esta coyuntura, a diferencia del actual mandatario, urge que la siguiente presidenta de México se rodee de expertos, asesores con experiencia, y sobre todo funcionarios responsables, cuya lealtad es primero para México y el estado de derecho. Creo que nadie argumentaría que el presidente López Obrador no solo no escucha a sus asesores, también le hace falta un extraordinario equipo con experiencia. Si el mandatario está rodeado de asesores con experiencia, es más fácil implementar este segundo paso para un líder en crisis, que es tomar decisiones e implementar rápidamente. Finalmente, el tercer paso es comunicar efectivamente la decisión y la estrategia para enfrentar la crisis. En el caso de Otis sigue sorprendiendo que el presidente, que habla a diario, frecuentemente hasta tres horas, el obtener información centralizada sobre el impacto de Otis, y el proceso de reconstrucción.
Y el actuar del presidente es un recordatorio para Sheinbaum, Gálvez y para todos los futuros funcionarios, de por qué la soberbia es un pecado capital: Aún ante la muerte, el desastre, la miseria de la población, Andrés Manuel López Obrador es incapaz de recapacitar, escuchar, reconocer su error, y cambiar su estrategia.