Andrés Manuel López Obrador busca desesperadamente ser una figura histórica y dejar un legado inconfundible y permanente en la mente de los mexicanos. Además de cientos de estatuas de AMLO alrededor del país, ¿cuántas calles, avenidas, escuelas, universidades, aeropuertos, refinerías, hasta ciudades podrían cambiar de nombre en el siguiente sexenio y recibir la nomenclatura del actual presidente? No sorprendería que sus seguidores exigirían cambiar el nombre del estado de Tabasco, a “Tabasco de López Obrador”.
No creo estar exagerando, ya que la popularidad del presidente, y no los resultados en su administración, será el factor más importante que permitirá que Claudia Sheinbaum, en el 2024, sea presidenta de México. Esta realidad explica por qué la estrategia de todos los candidatos de Morena será enaltecer la personalidad casi mítica de Andrés Manuel y subrayar la cercanía con el popular presidente. Pocos, muy pocos candidatos podrán presumir buenos resultados como gobernantes. Algunos buscarán ligarse a los resultados positivos de la administración de López Obrador. Pero esto podría ser un error, ya que hay muy pocos resultados que presumir en materia de seguridad, lucha contra corrupción, mejoramiento en el sistema de salud, educación y reducción en la pobreza.
Por eso las campañas de Morena estarán reducidos en halagar y presumir su cercanía con López Obrador y distanciarse de sus fracasos.
Y esta es la razón por la cual los y las candidatas de Morena tendrán que proteger el legado del presidente y continuar promoviendo esta imagen casi mítica del “salvador” de México. Y por eso, no debe de sorprendernos que inicie la operación “leyenda”: no solo promover el legado del presidente, sino también proteger su imagen histórica.
Pero para esto es importante que el presidente entienda esta responsabilidad y lo asuma. Particularmente en este último año, López Obrador, en una forma caótica y sin sentido, destruye su imagen por desesperación y tal vez el debilitamiento que siente al acercarse el fin de su sexenio. La falta de empatía ante el sufrimiento de las víctimas de los grupos del crimen organizado, familiares de los desaparecidos, y los sobrevivientes del Otis, y los enfermos de cáncer podría afectar a la imagen del presidente, y por ende, a sus candidatos. La falta de resultados en materia de seguridad, la defensa de políticos impresentables como Samuel García, el dramático incremento en la deuda.
Y si en lugar de buscar hacer acercamientos con la oposición y sus enemigos para tratar de fortalecer las opciones de Morena, el presidente insiste en polarizar a la población. Y esto no favorece a Morena ni a sus candidatos. Pero por lo visto, el fortalecer a sus candidatos de Morena no es prioridad, lo que busca López Obrador es mantener control y poder, a expensas, si es necesario, de las y los corcholatas. López Obrador no negocia, impone y destruye. Y a pesar de ser un hombre que ha demostrado ser un ávido lector y conocedor de la historia de México, no entendió la importancia de la palabra del presidente y la importancia de sus discursos para su legado histórico. Con la excepción de la frase “por el bien de todos primero los pobres”, hay pocas frases serias que podrá presumir Morena en los libros de texto.
Lo irónico de la campaña de Xóchitl Gálvez es que su problema es completamente contrario a la situación de la “precandidata” Claudia Sheinbaum. La precandidata del Frente Amplio tiene que distanciarse de los partidos del Frente Amplio y sus liderazgos. En lugar de polarizar, Xóchitl tiene que invitar y convencer al electorado que puede ser un gobernante diferente de la clase política tradicional, odiada por los electores. Y estas semanas vimos varios ejemplos de las dificultades que tendrá Gálvez, cuando el ex presidente del PAN, Vicente Fox, añorando atención, insiste en publicar tweets cuyos resultados afectan enormemente a los candidatos del Frente Amplio.
El PAN, PRI y PRD y sus liderazgos son impresentables, y estos acabarán saboteando la candidatura de Xóchitl Gálvez. Pero es casi imposible que ella pueda operar una campaña presidencial sin las estructuras de estos desacreditados partidos.
Por lo tanto, el talón de Aquiles de Morena es destruir el legado de Andrés Manuel López Obrador, y cada semana que pasa, esta tarea se vuelve más fácil. En el caso de Xóchitl Gálvez, su kriptonita es la historia de corrupción y de negligencia de los partidos del Frente Amplio, que ella necesita para ser competitiva.