El enfrentamiento entre pobladores de la comunidad de Texcaltitlán extorsionados por la Familia Michoacana, donde murieron 14 personas, balconeó la debilidad y falta de voluntad del estado de proteger a la población del crimen organizado. Texcaltitlán es la expresión más absurda, más negligente, más criminal de la Cuarta Transformación y su estrategia de “abrazos y no balazos”.
La población del municipio de Texcaltitlán, que llevaba años siendo extorsionada por el crimen organizado, el 8 de diciembre, se hartó de años de ser extorsionada, repelió a tiros y palos a un grupo de criminales pertenecientes a la Familia Michoacana. Murieron catorce personas, de las cuales, once presuntamente eran miembros del crimen organizado. Aparentemente la balacera inició cuando los propietarios de negocios y de las tierras, simple y llanamente no pudieron convencer a sus extorsionadores que no les exigieran tanto dinero, porque simple y llanamente ya no podían pagar lo exigido para permitir que a los pobladores llevar a cabo sus actividades.
Lo terrible es que la extorsión podría haber continuado por muchos años más, sino fuera porque a los criminales se les pasó la mano y los pobladores decidieron correr el riesgo de enfrentarlos. Lo terrible es que seguramente el gobierno estatal y federal seguramente sabían de los años de extorsiones hacia la población. Y así, los defensores de la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador aseguran que están pacificando el país y reduciendo la violencia. “Vamos muy bien”, aseguran el presidente y sus seguidores.
Los que van muy bien son los grupos del crimen organizado que han podido afianzar aún más su control territorial y sobre la población. Texcaltitlán es un ejemplo de cómo, aun teniendo la inteligencia de lo que está sucediendo, el gobierno ha permitido que regiones completas sean rehenes de criminales porque estos se sienten amparados por la estrategia de “abrazos y no balazos”. Y ahora que estamos a menos de 185 días de las elecciones del 2 de junio del año entrante, seguramente el gobierno federal y estatal, ambos de Morena, harán lo mínimo para proteger la población y evitar más sangre, más enfrentamientos. Argumentarán que no hay que alborotar el avispero, el problema ahora será de la siguiente presidenta de México.
Pero ante este panorama, y documentando el terror que viven los pobladores de Texcaltitlán, donde mujeres y niños fueron secuestrados por la Familia Michoacana en reacción del enfrentamiento, ahora ¿quieren que estos pobladores no se defiendan? Después de ver la reacción tardía de la incompetente gobernadora del Estado de México, Delfina Gómez, ¿estas víctimas de la violencia van a poner en sus manos la vida de sus familiares, de su comunidad y de sus negocios? Parecería que el gobierno federal y estatal estarían empujando no solo a los pobladores de Texcaltitlán, sino cientos de otras comunidades, a que se armen y se organicen en grupos paramilitares.
Porque en este momento estas poblaciones tienen solo tres opciones: armarse, abandonar sus hogares y negocios, y convertirse en desplazados, o simple y llanamente correr el riesgo emigrando a los Estados Unidos. Esperar que, en un futuro próximo, el gobierno federal y estatal decidan defender a las víctimas y a los inocentes, y no preocuparse por dar la impresión de que están pacificando al país y que la criminalidad en México es similar a la criminalidad en otros países. En México hay una guerra en contra de la población, y los que deberían defender a la población están ocupados en otras actividades (construyendo y protegiendo estructuras emblemáticas de López Obrador) o simple y llanamente no tienen la capacidad de hacerlo.
Y aunque sí se envió un contingente del Ejército y Guardia Nacional para resguardar la población, lo que se debería de haber hecho, desde hace días, es sistemáticamente detener o arrestar a cualquier individuo vinculado a la Familia Michoacana, incluyendo funcionarios públicos. Deberían de haber usado el ataque en Texcaltitlán como un ejemplo a otras organizaciones criminales para que dejen de abusar de la población. Pero al contrario es poco el impacto en los criminales y mucho el sufrimiento de las víctimas. Y ningún funcionario ha reconocido públicamente el heroísmo de los pobladores que murieron, defendiendo a su comunidad.
No nos sorprenda que el siguiente sexenio de ser “abrazos y no balazos”, México se convierta en el país donde las víctimas decidieron armarse y organizarse como autodefensas.