Más homicidios, menos violencia. Esta frase, vertida por el presidente de México durante su “mañanera”, parecería ser el último esfuerzo de justificar su fallida estrategia de “abrazos y no balazos” al culminar su sexenio. Y aunque continuará Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores seguirán culpando a las administraciones anteriores, y a gobiernos del PAN y del PRI en los últimos 30 años, los datos son contundentes e irrefutables: La gestión de López Obrador fue la más violenta en la historia reciente de México, y el sexenio donde incrementó dramáticamente el control territorial y capacidad bélica del crimen organizado.
Y es en el rubro de seguridad donde más se observa el fenómeno “teflón” de Andrés Manuel López Obrador: A pesar de la catastrófica estrategia en materia de seguridad, en las encuestas de desempeño en el rubro de seguridad pública solo el 23 por ciento de los encuestados tenía una opinión favorable del presidente en abril, y 64 por ciento, una opinión desfavorable. La popularidad del presidente y de su candidata a la presidencia parecería no sentir en abril esta desaprobación en las encuestas nacionales.
En cualquier otro país, este rotundo fracaso en este tema, que afecta la vida diaria de la mayoría de los electores, seguramente habría tenido un costo político en las urnas, pero no en el caso de las candidatas y candidatos de Morena, parecería que el costo será mínimo. Y esto es extraordinario, considerando que en ningún momento la candidata a la Presidencia, Claudia Sheinbaum, gubernaturas y alcaldías de Morena han buscado tomar distancia de López Obrador y su estrategia de abrazos y no balazos, y el desdén que ha expresado el presidente, durante todo el sexenio, hacia las víctimas de la violencia y sus familiares.
Particularmente desdeñable fue la forma en la que López Obrador atacó a las madres buscadoras, acusándolas de ser parte de un operativo político para debilitar su gobierno. Simple y llanamente no reconocería que fue en su sexenio donde más personas desaparecieron. No hay país en el mundo que tenga las cifras de desapariciones que tiene México, ni siquiera países que se encuentran en guerra.
Y durante este proceso electoral, la candidata Claudia Sheinbaum reitera su apoyo a la estrategia de “abrazos y no balazos” de su mentor. Mientras que la candidata de la oposición, Xóchitl Gálvez, básicamente promete no darle continuidad a la estrategia fallida de este sexenio.
Es inimaginable que los electores estén de acuerdo en mantener la estrategia actual por seis años más. Pero tampoco la oposición ha puesto sobre la mesa cuál será su estrategia y cómo difiere de los “abrazos y no balazos.”
Pero sin importar quién gane, si no se hace un cambio importante en la forma en que se busca “pacificar” el país y reducir los homicidios y desapariciones, seguramente la violencia e ingobernabilidad incrementará aún más, por increíble que esto parezca.
Por eso, sería importante que en el último debate, las candidatas pudiesen proporcionar más detalles sobre sus propuestas para reducir la violencia, homicidios, desapariciones y extorsiones en los siguientes años.
Entre los temas que deberían de abordar sería una explicación de cómo va a diferir la estrategia del siguiente sexenio respecto a la actual. Va a ser fundamental una evaluación a detalle de los datos oficiales en materia de seguridad, las organizaciones criminales que controlan el país, el impacto que tienen en las economías formales, y su capacidad bélica. Obviamente, un análisis detallado de la reestructuración del aparato de seguridad nacional y la eficacia en enfrentar las organizaciones criminales.
La pregunta sobre qué posición tomarán ante la militarización que se promovió durante este sexenio será casi imposible de responder hasta que la nueva presidenta tenga claridad de cómo se usaron los recursos de las fuerzas armadas y cuáles son las actividades que ejercen la mayoría de los elementos militares en este sexenio.
Obviamente, el fortalecimiento de las policías estatales y municipales debería de ser una prioridad, pero ¿de dónde provienen los recursos? ¿qué tanto se podrá avanzar en un sexenio, considerando la destrucción y debilitamiento de las instituciones? Seguramente habrá una evaluación de los aparatos de inteligencia y seguridad nacional: ¿cómo hacerlos más efectivos? Tal vez les alcance a las candidatas hablar sobre reformas a las fiscalías y el aparato judicial para que sean más efectivos.
Ojalá que al finalizar el debate presidencial del domingo, podamos responder mejor la pregunta: ¿Cuál de las dos candidatas te inspira más confianza de que en seis años México será un lugar más seguro para nuestros hijos?