La decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum de imponer temporalmente un arancel de 35 por ciento a mercancía textiles, exceptuando países que tienen tratados comerciales con México, obviamente es un mensaje para el gobierno chino: más que detener la competencia desleal que representan los productos chinos para el sector textiles, México necesita atender las quejas y presiones que ejerce el presidente electo, Donald Trump, con miras a detener las posibles consecuencias para el gobierno de Sheinbaum.
A diferencia del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien había expresado la importancia de controlar al comercio desleal del gigante asiático en una reunión en el 2021 entre los “tres amigos” en Washington. Durante su conferencia, el entonces presidente López Obrador, a diferencia de Joe Biden y Justin Trudeau, fue el que más fuerte declaró sobre la “amenaza” china en esa reunión.
Pero del dicho al hecho habría mucho trecho, ya que por más que expresó su “preocupación” AMLO durante su sexenio, China incrementó en una forma importante su presencia en México en materia comercial, crecieron las empresas y aumentó en una forma importante la presencia de ciudadanos chinos. Y aunque la administración de Joe Biden habló poco públicamente sobre la “invasión” china en la vecindad, el enfrentamiento sobre esta realidad estaba a punto de explotar.
También el incremento y la influencia rusa en el territorio nacional ya es tema para la relación bilateral. Aunque nunca se confirmaron los reportajes sobre la instalación en México para espiar mejor al vecino del norte, no sorprendería que fuera cierto. Tenemos que preguntarnos: ¿Por qué no buscarían el gobierno ruso y chino incrementar su presencia en México ante el aparente vacío de poder y la falta de estrategia del gobierno de Joe Biden, no solo en México, sino en el resto del continente?
En los últimos dos años, la prioridad del presidente demócrata fue usar sus fichas políticas exclusivamente para presionar al gobierno de López Obrador en la reducción del flujo migratorio que cruza por México hacia los Estados Unidos. Y, aunque Biden y la candidata Kamala Harris argumentaron que no fracasaron en controlar la frontera y el flujo migratorio, y lanzaron culpas al candidato Trump por detener la legislación que hubiera permitido fortalecer las capacidades para controlar la frontera y los migrantes, los resultados electorales reflejaron el fracaso político de los demócratas en esta materia.
El candidato y ahora presidente electo Donald Trump entendió que la percepción del flujo irregular de migrantes sería el tema que aseguraría su reelección, y su estrategia de deportaciones masivas estará reflejada en las primeras decisiones que tomará el 20 de enero, cuando tome protesta, de nuevo, como presidente. Pero, la verdad es que será fácil para Trump presionar (perdón, someter) al gobierno de México mediante amenazas, con consecuencias para la economía del país, si no se hace un esfuerzo de detener a los migrantes.
Y aunque el control territorial que tienen las organizaciones criminales, especialmente en los estados que colindan con la frontera del norte, y el tráfico de fentanilo a la Unión Americana son temas que preocupan profundamente al gobierno de Joe Biden, por lo menos, hasta el momento, fueron considerados más como un problema político que una amenaza real ya que fue poca la presión pública. Y en estos temas, Trump ya lanzó amenazas y exigencias de que el gobierno de México controle las organizaciones y reduzca el tráfico de estupefacientes hacia ese país.
Pero la amenaza que seguramente será prioridad para el siguiente embajador de Estados Unidos, Ronald Johnson, será el dramático incremento de la presencia y la influencia rusa y china en México, donde veremos que esta realidad ya es considerada como amenaza a la seguridad nacional.
Aunque Johnson seguramente tendrá la responsabilidad de fortalecer la cooperación para reducir las capacidades del crimen organizado, la prioridad será otra: cómo reducir la presencia e influencia de China y Rusia en México. Y la estrategia será muy, muy diferente. Y la experiencia del nuevo embajador, 20 años en la CIA y coronel en retiro de fuerzas especiales, son indicios de cómo ejercerá sus funciones en la nueva embajada de los Estados Unidos que fue inaugurada esta semana.
Podríamos estar en la antesala de una nueva “Guerra Fría” con ciertas similitudes de cómo se vivió esta era en México en los años sesenta, cuando la Ciudad de México era el centro de espionaje y contraespionaje: Un mundo de espías, informantes que se reúnen en cafés, restaurantes y centros comerciales, mucha tecnología para hacker, grabar y recabar información en contra de Rusia, China, Cuba y, obviamente, grupos del crimen organizado. Pero, con la inteligencia recabada, la identificación de agentes y los informantes y los espacios de reclutamiento, sería importante retomar las crónicas y la historia de esa época para anticipar cómo será la relación bilateral entre dos países que necesitan recuperar confianza suficiente para poder colaborar y cooperar ante las amenazas que impactan los intereses estratégicos de ambos países.