Análisis sin Fronteras

Invitación maldita

Será mejor para la presidenta estar en México, cuando ese mismo día el presidente Donald Trump firme y anuncie varias docenas de órdenes ejecutivas que podrían tener un fuerte impacto en la economía, finanzas y población del país.

“No pasa nada”, aseguró la dra. Claudia Sheinbaum ante preguntas y explicaciones de por qué no fue invitada a la investidura de Donald Trump. Hasta el momento, la investidura de Donald Trump, programada para el 20 de enero de 2025, contará con la presencia de diversas figuras nacionales e internacionales. Entre los invitados más destacados se encuentran: Nayib Bukele, presidente de El Salvador; Daniel Noboa, presidente de Ecuador, Javier Milei; presidente de Argentina; Viktor Orbán, primer ministro de Hungría; Giorgia Meloni, primera ministra de Italia, además de Edmundo González, presidente venezolano reconocido por el mismo Trump. Con esta lista de invitados, más que decir “no pasa nada”, debería de expresar agradecimiento de que no le extendieron una invitación, porque si se hubiera negado a participar surgiría una crisis diplomática antes de iniciar la administración Trump. Pero si hubiera viajado a Washington para presenciar la toma de protesta del reelecto presidente, seguramente estaría sentada enseguida del presidente Noboa, de Ecuador, país con el cual tiene tensiones diplomáticas y hasta penales por la invasión de la embajada de México el año pasado.

O tal vez sus compañeritos de ceremonia serían Meloni, de Italia; Orbán, de Hungría, ambos mandatarios de la ultraderecha europea. En el caso de Milei, de Argentina o Bukele, de El Salvador, ambos presidentes declarados enemigos de la izquierda y particularmente críticos del expresidente Andrés Manuel Lopez Obrador. O en un descuido, la sentarían cerca del nuevo gabinete. Varios de los recién confirmados secretarios de estado han expresado preocupación sobre lo que está sucediendo en México y hasta han amenazado con la posibilidad de usar las fuerzas armadas en contra de las organizaciones criminales que controlan parte del país. Entonces tendría la presidenta Sheinbaumque justificar la violencia que se vive en el país, y por qué México no requiere la intervención de Estados Unidos.

Con suerte, la sentarían con el ingeniero Carlos Slim, o algún otro “oligarca” como Elon Musk, Mark Zukerberg o Jeff Bezos, quienes conforman parte de la nueva amenaza a la democracia estadounidense según Joe Biden. En su último discurso desde la Oficina Oval en la Casa Blanca, Joe Biden subrayó que los oligarcas y la acumulación de riquezas por pocos se están apoderando de los Estados Unidos, amenazando no solo la democracia de ese país, sino los derechos y libertades de los ciudadanos, oportunidades justas para todos. Me puedo imaginar la incomodidad de Claudia Sheinbaum, presidenta de la izquierda tradicional latinoamericana, además de sentirse fuera de lugar al lado de este equipo de rufianes del capitalismo salvaje.

Pero, también será mejor para la presidenta estar en México, cuando ese mismo día el presidente Donald Trump firme y anuncie varias docenas de órdenes ejecutivas que podrían tener un fuerte impacto en la economía, finanzas y población del país. Muchas han sido las amenazas de Trump en contra de México, y todo indica que no solo está blofeando para fortalecer su capacidad de negociar, tiene las intenciones de cumplirlas. Entre las órdenes que se pudieran firmar este lunes 20 de enero, incluye aranceles a importaciones mexicanas, órdenes de deportaciones masivas de indocumentados y la declaratoria de organizaciones terroristas a algunos grupos criminales en México. Estas órdenes, obviamente, tendrían un impacto inmediato en el país. México necesita estar preparado por lo que pueda suceder el 20 de enero, y por esta simple razón se justifica que la presidenta está al pendiente de estas eventualidades, junto con su gabinete, desde el Palacio Nacional.

Aunque algunos detractores de la dra. Sheinbaum aseguran que hay costos de no haber tenido más contacto con Donald Trump antes de su regreso a la Casa Blanca, tampoco se puede afirmar que le fue bien al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ante el maltrato que recibía del futuro mandatario por redes sociales, buscó cenar con su bully, en Mar-A-Lago. Días después, Trudeau anunció que renunciaría a su gobierno.

Por lo tanto, es una “bendición” y un respiro, aunque temporal para la presidenta, el no recibir esa “maldita invitación”. Pero esto solo le asegura un poco más de tiempo para preparar y reaccionar ante lo que seguramente serán los años más difíciles de la relación bilateral.

Bienvenidos, de nuevo, al mundo caótico e incierto de Donald Trump.

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