Cada mes aparece un nuevo superalimento que se apodera de nuestras redes. Usualmente estos superalimentos llegan de la mano de algún remedio milagroso que promete curar los males que nos afligen. Pero, en realidad, ¿debemos de creer en estos anuncios que plagan las redes?
Primero, no existe una definición científica de lo que constituye a un superalimento. En términos generales, se describen como alimentos ricos en nutrientes y conocidos por ofrecer beneficios para la salud. Pero esta palabra es utilizada en campañas de marketing y redes sociales para generar interés sobre ciertos alimentos. Si realizas una búsqueda en TikTok con el hashtag #superfood encontrarás resultados como canela, jengibre, kale y moras. Claro, todos estos alimentos son buenos para la salud, pero ninguno por sí mismo es capaz de brindar los nutrientes necesarios para una dieta balanceada.
En su mayoría, estos alimentos no son nuevos, son alimentos que existen en distintos lugares y que gracias a la mercadotecnia se empiezan a usar de manera distinta. La tendencia que sí está cambiando la industria alimentaria es la creación de proteínas alternativas, que son las proteínas basadas en plantas (por ejemplo, granos, legumbres y nueces), fermentación, algas, insectos, hongos y tecnologías cultivadas (incluso carne cultivada en laboratorio) y requieren menos recursos naturales para su creación comparadas con las proteínas animales tradicionales.
Algunas de ellas, como los insectos, también han sido clasificadas como #superfoods por su alto nivel de proteína, aunque en realidad eso es lo que son, proteínas alternativas.
Así que aunque sí existen elementos con beneficios para la salud no debemos catalogar a un alimento como superior a otro por ser novedoso. Lo que sí podemos esperar son nuevas fuentes alimenticias y nuevas disrupciones en la industria.