La institución social del matrimonio es una de las más antiguas del mundo y en sus inicios no estaba relacionada con el amor o la religión. Su propósito principal era garantizar que los hijos de un hombre fueran realmente sus herederos biológicos. Al unirse un hombre y una mujer, la mujer pasaba a ser considerada como propiedad del hombre. Además, los hombres podían tener varias esposas o amantes, y si las mujeres no lograban tener hijos, sus esposos podían simplemente devolverlas a su familia.
Con el paso del tiempo, la institución fue evolucionando. Cuando la Iglesia Católica empezó a ganar poder y a legitimizar y bendecir la unión matrimonial, a partir de ese momento los hombres tuvieron que mostrar un mayor respeto por sus esposas y el divorcio estaba prácticamente prohibido. Después con la irrupción de la idea del amor romántico, el concepto de matrimonio se transformó aún más, se introdujo la posibilidad del divorcio moderno bajo la ley lo que permitió a las mujeres, por primera vez, iniciar un divorcio, y extender sus garantías, dividir los bienes y vivir fuera del matrimonio.
De manera paralela, las ideas también cambiaron. En la actualidad, es más común ver que las mujeres jóvenes eligen no casarse. La generación que nació en los años cincuenta y sesenta creció con la idea del matrimonio romántico, en la que se esperaba que contrajera matrimonio preferiblemente antes de los treinta y que se quedaran con un hombre quien se hiciera cargo de ella para toda la vida.
Las mujeres de esa generación se casaron con el entendido de que su matrimonio sería para toda la vida, generalmente encargándose de la casa y los hijos, mientras que los hombres se encargaban de proveer económicamente. Sin embargo, hoy en día se observa un creciente número de divorcios en parejas mayores de 50 años, fenómeno que en los medios se ha denominado como “divorcio gris”, en referencia a las canas de los implicados en esta edad.
El “divorcio gris” conlleva riesgos financieros significativos, sobre todo para las mujeres. Esto se debe a que es en este momento de estabilidad, cuando el hombre está por llegar a su jubilación y tiene un patrimonio construido, las mujeres tradicionalmente no estaban preparadas para mantenerse económicamente, reintegrarse al mundo laboral o planificar su vejez de forma independiente.
Existen tres factores clave que deben tomarse en cuenta. En primer lugar, los ingresos: para las mujeres suelen disminuir entre un 23% y un 40% al año siguiente después del divorcio, mientras que los de los hombres tienden a aumentar. En segundo lugar, el nivel de vida de las mujeres disminuye un 45%, mientras que el de los hombres lo hace en un 21%. Y, por último, la riqueza: ambos, experimentan una reducción en su patrimonio aproximadamente de un 50% después del divorcio, aunque este impacto es mucho más significativo para las mujeres y mucho menor para los hombres.
Además de los costos económicos existen grandes costos sociales, lo mejor es hablar del divorcio y del peor escenario cuando las cosas están bien, poniendo todo por escrito y haciendo una clara división de bienes antes de que las cosas se pongan mal.