Sin duda uno de los grandes desafíos que nos ha dejado la pandemia por Covid-19 es asegurar un buen uso de la tecnología, en particular entre los sectores más vulnerables. Lamentablemente hoy se tiene registro de un incremento en violencia sexual en línea hacia niños, niñas y adolescentes provocada por el acelerado manejo del mundo digital.
Según la red internacional de líneas de reporte sobre pornografía infantil, INHOPE, se sabe que existen imágenes y videos de carácter sexual en internet de recién nacidos entre 0 y 2 años (1.0 por ciento), de niños y niñas entre 3 y 12 años (81 por ciento) y de adolescentes entre 13 y 17 años (18 por ciento). También esta red reporta que 96 por ciento del material de violencia sexual infantil corresponde al sexo femenino. Las cifras son abrumadoras y el escenario no pinta bien, ya que hay evidencia de que la velocidad de respuesta por parte de autoridades y tomadores de decisión ante este fenómeno es pobre, insuficiente y lenta ante la rapidez con la que se generan estos contenidos y la complejidad de los casos.
Existen varios tipos de violencia sexual en el entorno digital como puede ser el sexting (imágenes o videos en los que aparecen niñas, niños o adolescentes desnudos o semidesnudos y son transmitidos por medios digitales); sextorsión (chantaje o amenaza de publicar contenido audiovisual de la víctima); ciberacoso (hostigamiento en línea), por mencionar algunos. Aunado a esto, hoy lo que más preocupa es el material autoproducido o autogenerado por los niños, las niñas y los adolescentes. Según la Internet Watch Foundation (IWF), hubo un incremento de material sexual infantil autogenerado de 77 por ciento de 2019 a 2020, a nivel mundial.
De acuerdo con la IWF, el material sexual infantil autogenerado por este sector se crea en sus propias casas, lo cual se agravó durante el confinamiento, ya que los agresores encontraron maneras para convencer a las víctimas de grabarse o tomarse fotografías a cambio de dinero. Asimismo, la IWF establece que la mayor parte de las imágenes se generan dentro de los hogares porque los propios miembros de la familia suelen ser los productores del material de abuso sexual infantil.
Como se observa, el reto de combatir este suceso es mayúsculo y se debe priorizar su prevención con una estrategia sostenible que lo ataque. Ante ello hay un acuerdo internacional que involucra áreas clave para la erradicación del problema. Los ámbitos son: 1) legislación (establecimiento de marcos legales de prevención del delito y atención del delito); 2) fuerzas policiales (mayor capacitación e inversión en investigación y actuación rápida); 3) tecnología (ampliación en las medidas de seguridad en internet), y 4) sociedad (iniciativas que faciliten la denuncia y programas de prevención).
Por supuesto, es fundamental la atención y supervisión de los padres y cuidadores para prevenir las amenazas. Acciones como activar los controles de seguridad de los dispositivos, hablar sobre los riesgos del internet o reportar a quienes molestan a nuestros hijos e hijas pueden ayudar sustancialmente. Otras recomendaciones son mantenerse involucrados en el mundo digital de niños, niñas y adolescentes y conocer con quiénes se conectan.
Reconociendo la corresponsabilidad para combatir este problema, en Early Institute nos adherimos al cuidado de los niños, las niñas y los adolescentes ante este gravísimo escenario. Todos ellos merecen entornos seguros y un acercamiento óptimo a las nuevas tecnologías, además de un desarrollo integral sano, por lo que urge la colaboración y actuación de madres, padres, cuidadores, escuelas, gobierno, organizaciones de la sociedad civil, autoridades y organismos internacionales para acabar con este complicado y doloroso fenómeno.