En la actualidad hay un fenómeno que está llamando la atención y alertando al mundo; me refiero al suicidio en los adolescentes. El tema no es un asunto menor, ya que se está registrando un importante crecimiento a nivel global. En México, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2023, la cifra total de muertes por suicidio aumentó 10.1 por ciento en comparación con 2022, alcanzando 9 mil 72 decesos, de los cuales 7 mil 310 fueron de hombres. De acuerdo con el INEGI, en 2023, los grupos de 15 a 24 años y de 25 a 34 concentraron el mayor porcentaje de suicidios.
En el rubro de los adolescentes, según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2023: 4.4 por ciento de la población adolescente reportó haberse hecho daño, al menos alguna vez, con el fin de quitarse la vida; el porcentaje es mayor en mujeres (7.7 por ciento) que en hombres (1.2 por ciento). Al preguntar si el intento de suicidio fue en los últimos 12 meses, destaca que el 50.2 por ciento del total de adolescentes lo realizó en ese lapso.
Según el Cuadernillo básico para la prevención del suicidio, editado por el Programa Nacional para la Prevención del Suicidio de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones de la Secretaría de Salud, “este fenómeno es multifactorial”.
Las causas más frecuentes se relacionan con: 1) el deseo de escapar de un sufrimiento intolerable; 2) un estado de desmoralización y desesperanza que nubla la posibilidad de pensar de forma positiva en el futuro, y 3) tras una muerte o pérdida afectiva.
En los adolescentes, la situación de riesgo se agrava ante ciertos contenidos en redes sociales o por ser víctimas de bullying, lo que aumenta su vulnerabilidad.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, a nivel mundial, el suicidio es la tercera causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años.
En Colombia, se habla de que seis menores se quitan la vida por semana y las autoridades han reconocido el incremento de casos en los últimos años. En el sitio de Save The Children se estipula que: “es clave reconocer que en la niñez factores como el acoso escolar, la violencia intrafamiliar, la pobreza, la violencia sexual y de género, la discriminación, la exposición al conflicto armado, la exclusión social y la falta de acceso a servicios de salud mental adecuados pueden incrementar el riesgo de conductas suicidas”.
Es decir, se confirma la intervención de varios factores que pueden provocar que una niña, un niño o un adolescente considere la opción de suicidarse para no padecer alguna situación dolorosa. Con este panorama, es necesario establecer estrategias de prevención que pudieran reducir el número de casos. En el Cuadernillo se hace énfasis en ocho acciones: 1) fomentar relaciones sociales saludables; 2) gestionar el estrés; 3) realizar deporte y/o actividades culturales; 4) fomentar la comunicación en casa y observar cambios de conducta; 5) facilitar a las y los jóvenes contactos especializados en atención emocional; 6) contar con personal capacitado para detectar y actuar ante el comportamiento de riesgo suicida; 7) promover hábitos de vida saludable, y 8) promover servicios de salud emocional.
En Early Institute nos adherimos a las propuestas del Programa Nacional para la Prevención del Suicidio para combatir este lastimoso fenómeno y hacemos un llamado a la sociedad para estar atentos a las conductas de riesgo de los más jóvenes, las cuales podrían significar un aviso de sus intenciones. Asumamos el cuidado y la protección de las niñas, los niños y los adolescentes como una tarea compartida, un compromiso social y una responsabilidad diaria.