Año Cero

Marcelo, ‘mon amour’

López Obrador y Marcelo Ebrard tienen una historia compartida y un vínculo tan consolidado por tantos años que nadie más dentro o fuera de Morena puede presumir.

De los 30 millones de votos conseguidos en 2018, aproximadamente la mitad de ellos fueron votos emitidos por parte de la clase media. La clase media alta y la clase alta, aquellos que tienen un instinto de conservación y un cierto sentido ético, sentía asco de vivir en una cleptocracia como la que se dio al final del sexenio de Enrique Peña Nieto. Fueron muchos líderes de la llamada sociedad mexicana –esa tan denostada y odiada durante ese periodo– que dieron un paso al frente y votaron con los ojos cerrados por Andrés Manuel López Obrador. Lo hicieron pensando que le estarían dando una oportunidad a lo nuevo, a lo distinto, pero, sobre todo, a lo desconocido. También efectuaron su voto creyendo que con ello se erradicaría la corrupción, el abuso y la falta de honestidad institucional en el ejercicio del poder.

Ahora el presidente López Obrador es consciente de que para terminar de lograr sus deseos necesita nuevamente de la colaboración de la clase media. En este sentido –y reconociendo su enorme poder cautivador, persuasivo y hasta incluso secuestrador de la opinión pública–, es muy importante poder organizar y filtrar todo lo que sucedió con Marcelo Ebrard. Entre que se iba y entre que ahora se queda, es necesario analizar el contexto y el trasfondo de lo que el exsecretario de Relaciones Exteriores representa para Morena, para Sheinbaum, pero, sobre todo, para el presidente López Obrador. Primero, fue su secretario de Seguridad Pública, puesto del que fue removido en 2004 por el entonces presidente Vicente Fox tras los hechos de violencia en Tláhuac. Después, en 2005, regresó al equipo de López Obrador en calidad de secretario de Desarrollo Social para marcar su rumbo hacia la candidatura y posterior victoria como jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Lo clave de haber sido electo como el sucesor de López Obrador de dicho puesto fue el manejo presupuestario y los recursos que tenía a su disposición, mismo que fue vital para la inversión, protección y consolidación del actuar político de López Obrador.

Más de dieciocho años de campaña sostenida resultan humanamente complicados y económicamente imposibles. Sin el financiamiento facilitado por Marcelo Ebrard, el movimiento liderado por tantos años del actual presidente López Obrador muy difícilmente hubiera sobrevivido. Pero no sólo eso, en 2012, Ebrard contendió como precandidato y cedió el paso al entonces candidato López Obrador, quien perdió la elección contra Enrique Peña Nieto.

Según la declaración de Ebrard, Morena admitió las irregularidades suscitadas en la elección interna del partido, que determinaría al elegido o elegida para contender por la presidencia de México. También argumenta que tuvo hasta tres conversaciones con la doctora Sheinbaum en las que ambos coincidieron en que era más importante asegurar la continuidad y unidad de Morena en el poder que tener o no la razón sobre el proceso interno de elección. Mientras tanto, el presidente López Obrador –como corresponde al padre, al mesías y al hombre incuestionable del movimiento– había dado la bienvenida a Marcelo de nuevo sin que nadie explicara ni qué habían admitido ni cuál había sido la conclusión sobre su conversación con Sheinbaum.

En regímenes donde hay personalidades tan fuertes, gran parte del juego consiste en secuestrar lo que uno puede ver. Y lo que te dicen que debes sentir está por encima de todo lo visible. Por eso, es muy importante volver atrás y reconstruir ese momento. La doctora Sheinbaum –demostrando que de aquí en adelante todo será más serio, académico y profesional– se dedicó a destruir el sueño pasajero sobre la armonización de los diferentes poderes dentro de Morena. Primero, lo hizo argumentando que en Morena simplemente no caben ni las facciones ni las tribus. Después, desconoció la supuesta plática y acuerdo alcanzado con Marcelo Ebrard. Y, por último, dejó claro que ya hay una nueva jefa al mando y que todos deben alinearse a lo que ella disponga a partir de aquí.

Todo lo que el presidente López Obrador no dijo fue dicho por la doctora Claudia Sheinbaum. Pero, sobre todo, si el beneficio político de haber sido electa es que estaría respaldada y aprobada por todas las personas que la rodeaban, ella misma se encargó de destruirlo todo desde el primer minuto.

Marcelo se quedó en silencio y se abstuvo a seguir argumentando y –como si fuera una prolongación de la cara de júbilo de su esposa– siguió viviendo y conteniendo lo que sin duda alguna es el mejor secreto guardado, que es lo que habló y acordó con López Obrador. Para entender mejor la situación es necesario mencionar que no hay ningún político que haya tenido una relación más profunda, dependiente y arriesgada que la que Marcelo Ebrard ha tenido con el presidente López Obrador. Dicho esto, hay muchas cuestiones que siguen sin tener una respuesta clara como, por ejemplo, aquella que corresponde a saber quién será finalmente la cara que abandere a la 4T o quién será capaz de reunir los suficientes votos para continuar en el poder. Sin duda alguna, quien cumplía –o puede seguir cumpliendo– con las características deseadas es Marcelo Ebrard. Un personaje que igual había podido ser el candidato de Dante Delgado como quien realmente le consiguiera los votos deseados a Andrés Manuel López Obrador.

Con todo lo que está sucediendo queda claro que la cuarta transformación –y siempre siguiendo las instrucciones del Presidente– está haciendo acomodos y ajustes que tienen todo que ver con el resultado final electoral que se revelará en junio del próximo año. Con todo esto no estoy diciendo que al final Marcelo pueda ser el candidato. O ¿tal vez sí? Lo que sí queda claro es que se está haciendo muy difícil hacer una proyección sobre qué es lo que podrá pasar a partir de este momento. Todos tenemos un enorme déficit y estamos en clara desventaja ya que nadie conoce la voluntad real del Presidente de la República. Y no hay que equivocarse, el bastón de mando por el momento puede que lo tenga la doctora Sheinbaum, pero quien verdaderamente tiene el mando se llama Andrés Manuel López Obrador.

La política puede llegar a ser muy divertida siempre que contenga emoción, desafío y misterio. Probablemente el presidente López Obrador se dio cuenta que estaba cansado; a lo mejor Ebrard se dio cuenta de que fuera del paraguas del Presidente y de la 4T, el Sol es inclemente; o, tal vez lo que pasó es que la que tiene el bastón de mando –y no sé si también el mando– estaba en uno de esos días difíciles. Cualquiera que haya sido el caso, lo que sí es cierto es que no hay más remedio que analizar bien lo que significa la vuelta de Marcelo al redil de la 4T. Y, sobre todas las cosas, es necesario poner mucha atención a lo que sucederá en este tiempo en el que ya se empieza a perfilar con quién, cómo y con qué oferta se podrá enganchar a los votantes para ejercer su voto el próximo año a su favor.

Para el correspondiente análisis político que demanda la situación será necesario tener en cuenta qué es lo que harán, por una parte, la electa y designada por la encuesta interna de Morena como candidata y también cuál será la estrategia que adoptará la oposición. En cualquier caso, hay que saber que, al final, la única decisión que está sometida a una encuesta permanente –en el sentido de que tiene todas las posibilidades de ganar– es qué es lo que querrá hacer el presidente López Obrador. Por eso, es importante analizar realmente qué tipo de poder es el que el actual Presidente mexicano quiere para el inmediato futuro y qué tipo de consistencia deben tener no solamente su candidata, sino también quienes la acompañen en su camino hacia el poder, como es el caso del propio Ebrard.

Las elecciones presidenciales de 2024 demostrarán, en gran medida, si todo lo sucedido hasta aquí fue un error o un acierto. Desde este punto de vista, le digan lo que le digan y aunque no forme parte de la primera plana, a partir de aquí dedíquese a seguir a Andrés Manuel López Obrador y a Marcelo Ebrard Casaubon. Y es que al final del día ellos tienen una historia compartida y un vínculo tan consolidado por tantos años que nadie más dentro o fuera del movimiento puede presumir. Marcelo y Andrés Manuel, una historia que va más allá de una elección.

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