En comparación con Occidente, las medidas que ha tomado Europa en represalia contra Rusia por la invasión a Ucrania, han sido modestas, y en algunos casos inexistentes para lo que pudiera esperarse de la región más avanzada en el mundo, frente a un conflicto bélico como el que presenciamos actualmente.
La alta dependencia que tienen los países europeos del gas ruso, es el principal motivo que los ha tenido al margen del conflicto, demostrando que la dependencia en un solo país, de un energético tan importante, no es sano para ninguna economía, por muy avanzada y liberal que ésta sea.
En este sentido, desde París, la Agencia Internacional de Energía presentó en días pasados una estrategia para reducir esta dependencia, y enlistó 10 acciones para reducirla, entre las que destacan conseguir mayores eficiencias en el consumo doméstico (la mayoría del gas se utiliza para calefacción), apostarle a la bioenergía, a la energía nuclear, y acelerar el desarrollo de proyectos de energía solar y eólica, en aras de electrificar lo más posible todos aquellos procesos que hoy dependen del hidrocarburo.
Así, el problema energético de Europa sirve como un espejo donde México se tiene que reflejar forzosamente, sobre todo en un Gobierno que persigue la seguridad energética, a través de la autosuficiencia, misma que no solo debe considerarse para las gasolinas y la electricidad, sino también para el gas natural, donde poco se ha hecho para liberar al país de la alta dependencia de Estados Unidos.
En el caso de Pemex, la producción de gas natural está estancada, pues por su alto costo de producción, no es rentable, ni es una prioridad para el gobierno, quien ha prohibido tajantemente el desarrollo de shale gas, imposibilitando de esta forma en la Cuenca de Burgos, la competencia con Estados Unidos y su poderosísimo Eagle Ford.
Al cierre de 2021, 72 por ciento del gas natural que se consumió en el país provino de la nación vecina; es decir, el abasto del energético, que en México es utilizado primeramente para la generación de electricidad, depende de una cambiante y a veces riesgosa relación política bilateral.
Es decir, no somos tan ajenos al riesgo que viven actualmente los países de Europa Central, por lo que es necesario que se mitigue dicho peligro por dos frentes: incrementando la producción nacional rentable, e incentivando el desarrollo de proyectos de almacenamiento.