Ayer comenzaron en Washington las primeras reuniones del equipo responsable de la Secretaría de Economía sobre la revisión del T-MEC. Allí fue el subsecretario de Comercio Exterior, Luis Rosendo Gutiérrez Romano, para reunirse con funcionarios, empresarios y grupos financieros tanto en la capital como en Nueva York. El viaje continúa en Ottawa para acercarse a los pares en el socio más septentrional del tratado.
Si bien es cierto que la revisión está ‘agendada’ para julio de 2026 (justo 6 años de la puesta en vigor del remozado tratado), lo cierto es que correrá mucha tinta antes de esa fecha.
Estas visitas se harán mucho más frecuentes y mucho de la estrategia negociadora terminará de cuajar la noche del 3 de noviembre, cuando se conozca quién será el/la nuevo/a inquilino/a de la Casa Blanca.
Este es un dato que tiene en ‘pausa’ a muchas de las acciones tanto desde el sector público como privado, no solo de este lado de la frontera sino en todo el bloque económico de Norteamérica.
Por su parte, las organizaciones empresariales mexicanas han comenzado a nombrar a los representantes que cada industria tendrá en el ‘cuarto de junto’, este espacio de la iniciativa privada que debutó con el TLCAN en 1991 y que fue descongelado nuevamente en 2017 tras la apertura que pidió Donald Trump.
No estoy inventando el hilo negro si digo que el tratado es muy importante para nuestro país, que mantenerse en este selecto club es una oportunidad que cualquier economía quisiera y que no podemos poner en riesgo a nuestro mayor cliente y proveedor como es Estados Unidos.
Mientras usted lee esta columna, que le puede tomar unos dos a tres minutos, se habrán comerciado entre los tres países entre 7.2 y 11 millones de dólares… ¡de este tamaño es la membresía!
Estamos en el mismo bloque económico desde el 1 de enero de 1994, pero lo cierto es que ha sido en los últimos dos años que por razones varias (entre ellas geopolíticas y sanitarias) logramos finalmente ser el socio principal de la mayor -aún- economía del planeta.
Salir bien librados de la ‘revisión’, es decir, manteniéndonos dentro del T-MEC, nos permitirá disfrutar lo ganado en esta última etapa.
Creo que hay que pensar en la manera no sólo de revisar sino de ‘reenvasar’ o ‘reutilizar’ este tratado para que se cree una región mucho más competitiva. Es mandatorio revisar lo que falta de cumplir, lo que no se ha hecho (los irritantes famosos, como la controversia sobre el maíz transgénico, y por ejemplo, las reglas de origen aplicables al sector automotor) o las decisiones políticas que van contra los mandatos del libre comercio (reforma judicial, la cancelación de los órganos autónomos), pero es también una excelente oportunidad para agregar ingredientes que le quiten capas proteccionistas y le den un buen barniz de competitividad. Aprovechar la frescura de los equipos a ambos lados de la frontera -perdón Canadá- para desarrollar mecanismos más modernos y eficientes para aprovechar lo ya consolidado (como las cadenas de valor), pero sumar elementos dejados de lado (como la movilidad laboral o la convergencia energética o de telecomunicaciones) para convertir a la región de Norteamérica en eso que imaginaron los negociadores a principios de los 90 y que nos ha permitido multiplicar por tres dígitos el comercio y cambiar la economía mexicana de una manera radical.