Los distintos gobiernos en el mundo tienen dos grandes instrumentos que les permiten influir en la actividad de las economías, que son la política monetaria y la política fiscal; esta última en sus dos principales vertientes, que son el gasto público y la política recaudatoria, es decir de impuestos. Es frecuente que los gobiernos tiendan a utilizar en demasía la expansión monetaria para lograr sus objetivos, como son aumentar el gasto público y el crédito, reducir las tasas de interés o subsidiar sectores de la economía, con un bajo costo en el corto plazo. Sin embargo, los costos son muy elevados en el mediano y largo plazos, que se caracterizan por un incremento en la inflación, mayores tasas nominales de interés y reducción de la inversión privada de largo plazo, entre otros.
En México se abusó de la expansión monetaria durante las décadas de los 70 y 80, lo que provocó una inflación y tasas de interés superiores al cien por ciento y una drástica caída en el ahorro de largo plazo, lo que desequilibró e incluso destruyó sectores completos de la economía. Para restablecer la estabilidad macroeconómica se tomaron diversas decisiones drásticas, como fueron una reducción del gasto público, así como de la deuda pública, una mayor apertura comercial con el exterior (destacando el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica) y otorgar autonomía al Banco de México en 1994 para el manejo de la política monetaria, así como el que tuviera un solo objetivo, que es el control de la inflación.
Los resultados han sido positivos y lo realizado por México ha servido de ejemplo en varios países, pero este éxito inicial redujo la presión para seguir realizando otras reformas que hubieran permitido elevar más la tasa de crecimiento de la economía y fomentar la creación de empleos formales. Entre estas reformas que faltaron están la eliminación de numerosos monopolios privados y públicos, mayor competencia, facilitar la creación de más empresas y reducir los impuestos que tienen que pagar, que son más elevados que en el extranjero, así como una política más agresiva para formalizar la economía informal, por medio de bajos impuestos y mayores facilidades, entre otros aspectos.
A diferencia de lo realizado en México, en Estados Unidos se ha seguido una política monetaria expansiva para enfrentar diversos problemas, como fueron el impacto económico provocado por el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York en 2001, la quiebra del grupo financiero Lehman Brothers en 2008 y su grave impacto en el sistema financiera global, y ahora la fortísima recesión creada por el Covid-19. Esta expansión ha resultado en un incremento fuerte en la deuda soberana de la mayoría de los países, tanto desarrollados como aquellos en vías de desarrollo; menores tasas globales de interés; desequilibrios sectoriales e incrementos en diversos mercados bursátiles, entre otros efectos.
Es en este entorno internacional en el cual el gobierno mexicano, por medio de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), envió al Congreso de la Unión el denominado Paquete Económico 2022, que consta de los Criterios Generales de Política Económica, la Iniciativa de la ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación. Los llamados Criterios muestran lo sucedido en los últimos años en la economía, la propuesta económica para el próximo año, así como las fuentes de crecimiento que el gobierno consideran que existirán en el mediano año. Finalmente se tienen los anexos estadísticos que muestran el escenario general de lo que sucede en el país. Es conveniente que el lector interesado en las finanzas y en la economía vea este documento, ya que le puede ser de gran utilidad.
Este documento conserva un formato parecido al empleado en los años anteriores, sin cambios drásticos, lo cual ayuda a su comprensión. Tiene actualización de la información estadística y presentan gran cantidad de pronósticos, que pueden ser criticados pero que parecen consistentes entre sí, aunque en general son optimistas. Como sucede con la gran mayoría de los pronósticos, es difícil que puedan prever cambios drásticos en las tendencias.
Estima que la economía podría terminar con un crecimiento del PIB en el presente año en un rango entre 5.8 a 6.8 por ciento, lo cual se considera muy probable, pero que no alcanza a compensar la fuerte caída del año pasado de -8.3 por ciento. Para el próximo año prevé que se tendría un crecimiento en un rango entre 3.6 a 4.6 por ciento, lo cual se considera optimista por los analistas en los distintos mercados, debido a la fuerte contracción actual en la inversión.
En el aspecto de la inflación estima que podría situarse en 5.7 por ciento en diciembre del presente año, que parece consistente, aunque algo optimista, con el último dato de este índice, que fue de 5.59 por ciento en agosto. Sin embargo, el pronóstico de 3.4 por ciento para 2022 es demasiado bajo, dado que en el entorno internacional parece iniciarse un ciclo alcista de la inflación que tendrá diversos impactos en México.
Por su parte, el pronóstico del tipo de cambio para el fin de 2021 es de 20.2 pesos por un dólar y de 20.4 pesos para 2022. Este pronóstico estará muy relacionado con lo que suceda con la tasa de interés. Si esta última continúa con su tendencia alcista es posible que el precio del dólar se mantenga con relativa estabilidad. Como se tendrá un cambio en la Junta de Gobierno del Banco Central, existe incertidumbre respecto a las decisiones que tomará, lo cual puede tener un impacto importante en las tasas de interés, en el crédito interno y consecuentemente en el tipo de cambio. Por su parte, la estimación de la plataforma de producción de petróleo de Pemex en 2022 se considera optimista porque supone que no solamente se detendrá su caída, sino que se revertirá.
El autor es economista.