El peso mexicano ha mantenido estabilidad en el actual sexenio, después del importante ajuste en el año de elecciones presidenciales, es decir 2018, cuando la cotización del dólar pasó de 18 pesos en enero para situarse arriba de 20.60 pesos al final de ese año. Algunos consideran que esta estabilidad resulta de la acertada política económica, lo cual no es avalado por diversos indicadores, como es el crecimiento económico, la creación de empleos, el consumo privado y la inversión total en el país.
Es conveniente enfatizar que el precio de las divisas resulta del equilibrio entre su oferta y su demanda, como sucede para el precio de cualquier otra mercancía. Por un lado, la economía de Estados Unidos y de otros países desarrollados registran crecimientos importantes, ya se recuperaron de la recesión provocada por el Covid y hay un relevante incremento en su liquidez, todo lo cual se traduce en una importante demanda por importaciones (basta ver el récord en el consumo de aguacates mexicanos en el pasado domingo por el Super Bowl) o sea mayor oferta de dólares para México. Por el otro lado, la economía mexicana sigue estando por debajo del nivel que registró en 2018, la inversión continúa en bajos niveles, así como el consumo, todo lo cual se refleja en una baja demanda por dólares.
Otro elemento que es necesario destacar es la importancia del peso en los mercados internacionales, al servir de moneda de refugio e intercambio global. Se calcula que más de 80 por ciento de todas las operaciones de compra-venta de pesos por otras divisas no se realizan en México, sino en el extranjero. Por lo mismo ya es la tercera moneda más comerciada de países en desarrollo, después del renminbi de China y de la rupia de la India. Los registros muestran que el monto que se opera diariamente del peso mexicano es superior a 114 mil millones de dólares diarios. Esto significa que la cotización de la divisa mexicana se define fuera del país.
Hay que enfatizar que la lucha contra la inflación la está realizando el Banco de México, con el único instrumento con el que cuenta, que es la tasa de interés, pero esto propicia que se fortalezca el peso en el corto plazo, pero tiene un costo para los exportadores y el sector turismo.
Sin embargo, los incrementos de los precios tienen un componente monetario, pero son varias las causas que determinan las variaciones de precios, como puede ser la inflación global resultado de la guerra en Ucrania, la escasez de energéticos y de granos y otras causas más.
Por lo mismo, de manera interna es muy importante que se sumen al Banco Central en su lucha en contra de los mayores precios otras políticas e instituciones. Por ejemplo, hay restricciones a la oferta derivado de la inseguridad en muy diversas zonas del país y excesivas regulaciones y restricciones a la producción. Por ejemplo, destaca el proceso de aprendizaje en las aduanas por cambios en los funcionarios que hace muy lento y costoso los diversos trámites. Además, está la dificultad para obtener las autorizaciones correspondientes, que antes se lograban de manera automática, como sucede ahora en Cofepris y otras dependencias. Por otra parte, cada vez es más frecuente escuchar que hay más corrupción para obtener algún tipo de servicio. Todo lo anterior eleva los costos y por consiguiente, los precios para los consumidores.
Otro elemento que está impactando en los precios es la dificultad para conseguir personal que quiera trabajar en diversas partes del territorio nacional, debido a los diversos programas sociales que otorga el gobierno.
Un elemento relevante que influye en las expectativas inflacionarias es la percepción del incremento actual y sobre todo para el futuro del déficit fiscal, el cual tendrá que ser cubierto con mayor deuda o emisión de circulante, es decir mayores precios.
No puede hacer solo todo el ajuste el Banco Central.
El autor es economista.