El peso mexicano ha continuado su fortalecimiento en los últimos meses, lo cual ha sorprendido a los distintos analistas y operadores en los mercados. Son varias las causas de esta situación, destacando la propia debilidad del dólar (por el excesivo endeudamiento público e inflación de Estados Unidos), las remesas que envían los emigrantes a sus familias en nuestro país, el uso del peso como moneda de cobertura en los mercados internacionales (por su importante liquidez y magnitud de sus operaciones diarias) y sobre todo por la elevada sobretasa de interés que se paga en México, que propicia la entrada de capitales de corto plazo, es decir el carry-trade, que consiste en aprovechar el arbitraje entre las tasas de interés internas y externas.
Esta fortaleza tiene varios beneficios y apoya la lucha en contra de la inflación, al poder importar bienes del exterior a menores precios que los predominantes dentro del país, siempre y cuando se tengan mercados internos competitivos. De esta manera, los beneficios de la fortaleza del peso se pueden transferir a los consumidores. Por otro lado, las empresas que realizan importaciones de insumos para su producción pueden bajar sus costos de fabricación, lo cual se refleja en menores precios para aquellos que adquieren sus artículos en pesos. Es por esta razón que existen frecuentes baratas en los distintos establecimientos comerciales.
En el caso de mercados con monopolios o prácticas monopólicas, los beneficiarios son las mismas empresas monopólicas. Por ejemplo, Pemex puede adquirir la gasolina en el extranjero a menor precio en pesos (por la apreciación cambiaria), pero puede seguirla vendiendo al mismo precio en pesos dentro del país, es decir no transfieren sus menores costos al público, con lo que aumenta sus utilidades sin beneficiar al consumidor nacional.
Sin embargo, hay distintos sectores que se perjudican con la apreciación del peso, como son los exportadores, ya que sus costos en pesos se elevan por el incremento de los salarios, así como por la propia inflación nacional, pero sus ingresos por sus ventas al extranjero se reducen en pesos, aunque sean los mismos dólares. Otro sector perjudicado es el turístico, porque la apreciación encarece los precios en dólares de sus servicios a los visitantes del extranjero. Durante algún tiempo es posible que los hoteles y las distintas empresas que ofrezcan servicios a los turistas puedan absorber esta pérdida de competitividad, pero eventualmente tendrán que compensarlo elevando sus precios en pesos. Además, las familias que reciben las remesas notarán que les envían la misma cantidad de dólares, pero ahora son menos pesos.
Eventualmente, las mayores tasas de interés en México tienen un costo para la economía, al frenar la actividad económica, lo que sí apoya la lucha contra la inflación, pero tiene un impacto negativo en creación de empleos, en los mismos salarios y en la inversión. Por ejemplo, aunque la inversión creció 6.0 por ciento en 2022 con respecto al año anterior, todavía está cerca de 10 por ciento menor al nivel máximo que tuvo en 2018.
Además, las tasas de interés más elevadas incrementan el costo financiero para las empresas y para los consumidores, lo que se reflejará en problemas financieros, más quiebras de las empresas y menores ventas en los comercios. Por otro lado, se incrementará el déficit público iniciándose así el ciclo perverso de “mayor déficit=más emisión de deuda=mayores tasas de interés=mayor déficit”, del cual es muy difícil y costoso salir.
El autor es economista.