México tiene en la actualidad una política de tipo de cambio flexible, lo que significa que continuamente se modifica el valor del peso frente a otras divisas, como consecuencia de cambios en su demanda y su oferta, que a su vez dependen de un sinnúmero de factores. Entre estos como pueden ser el monto de las exportaciones e importaciones, las remesas de los trabajadores en el extranjero, la percepción del riesgo de los inversionistas y de los ahorradores, las tasas de interés y miles de variables más.
Sin embargo, esto no siempre fue así, ya que durante varias décadas predominaba la política de tiempo de cambio fijo, es decir, el gobierno estaba dispuesto a vender y comprar divisas a un precio predeterminado. Esto fue resultado de los acuerdos de Bretton Woods, llevados a cabo después de la Segunda Guerra Mundial, en el cual Estados Unidos tenía una cotización fija de su moneda respecto al oro, la cual se canceló en 1971.
Así, desde 1954 y hasta septiembre de 1976 se tuvo una cotización del peso de 12.50 por un dólar, lo que proporcionaba una gran estabilidad, facilitando la toma de decisiones en las operaciones comerciales, en los proyectos de inversión y en el ahorro, así como permitía tener una baja inflación y reducidas tasas de interés. Además, para que exista esta política se requiere que el gobierno mantenga las finanzas públicas sin grandes desequilibrios. Entre sus grandes defectos que tiene la política de tipo de cambio fijo es que dificulta absorber los llamados shocks externos. Por ejemplo, si el precio del petróleo sufre una fuerte caída la economía mexicana dispone de menos divisas y para sostener el tipo de cambio fijo se requiere que se reduzca el crecimiento económico o incluso tener una recesión para reducir la demanda por dólares. Otro problema del tipo de cambio fijo es que no puede mantenerse cuando el sector público no mantiene equilibradas sus finanzas y hay una excesiva demanda de dólares. En este caso, el gobierno puede endeudarse en esta divisa de manera transitoria para venderlos en el mercado y evitar así una devaluación. Como esto no puede ser permanente eventualmente habrá fuertes devaluaciones, como sucedió en 1976, en 1982 y en 1994.
Hoy, el país tiene un tipo de cambio flexible, lo que significa que el valor del peso frente al dólar y otras divisas cambia constantemente, incluso por minuto, de acuerdo con la disposición de divisas que hay en los mercados, a la oferta y a la demanda de divisas, a la emisión de pesos y de otras divisas, a las tasas de interés y otras muchas variables más.
El aspecto negativo de esta política es que es imposible saber el valor del peso en el futuro, ya que cambia a diario. Además, es posible tener una mayor inflación y tasas de interés más elevadas que las que poseen nuestros principales socios comerciales, lo que dificulta los proyectos de largo plazo.
Entre los aspectos positivos están que los inversionistas y el público en general pueden identificar cuando los gobiernos tienen desequilibrios importantes en sus finanzas públicas por el deterioro que hay en la cotización del peso. Otro aspecto positivo importante es que el peso flexible absorbe parte de los choques externos, reduciendo su costo en términos de recesión y desempleo. Por ejemplo, en la actualidad existe el riesgo de que Estados Unidos suba los aranceles a nuestras exportaciones, lo que significaría que México dispondría de menos divisas. Ante solo el anuncio de esta medida, la cotización del peso se deprecia en un porcentaje suficiente para compensar el mayor porcentaje de los aranceles. Como resultado, algunos sectores de la economía tendrán pérdidas, como pueden ser los importadores netos de mercancías, las empresas manufactureras que importan sus insumos para vender sus productos en los mercados internos, además se eleva la presión sobre la inflación.
Sin embargo, algunos otros sectores se ven beneficiados, como son el sector turismo, que recibe dólares, los exportadores netos que verán incrementados sus márgenes de utilidad en el exterior y se vuelven más competitivos frente a los competidores de otros países, etcétera.