La irrupción de herramientas de inteligencia artificial (IA) han tenido múltiples impactos en diversos sectores de nuestra vida como en la economía, el medio ambiente y en la educación. Es en el tema de la educación donde quiero centrarme porque en los sistemas de enseñanza de muchos países se ha implantado con rapidez la inteligencia artificial.
Aplicaciones de chatbots como ChatGPT o aquellas que mediante la voz han revolucionado el mundo digital por las ventajas que representa su uso, tienen impactos éticos relacionados con la integridad académica, al permitir encontrar respuestas a dudas o preguntas, o la creación y análisis de textos, imágenes y videos en pocos segundos. Sin embargo, esto no implica que se revisen o verifiquen las referencias y las fuentes de información utilizadas, o, por supuesto, que se esté promoviendo el aprendizaje autónomo.
Partiendo de la premisa de que las herramientas de IA deben garantizar beneficios y empoderamiento, tanto individual como colectivo, es necesario preguntarnos si estas aplicaciones mejoran los rendimientos en el aprendizaje, mejoran la calidad educativa, previenen el abandono escolar y facilitan el trabajo de las y los docentes.
Lo anterior, porque si bien facilitan el acceso a contenidos de una forma mucho más personalizada o la generación de materiales con inmediatez, también se deben considerar algunas desventajas como la falta de interacción y guía por parte de un docente o la advertencia de verificar la veracidad de la información obtenida, y el posible uso indebido de información de carácter personal. Aunado a que su uso e implementación puede ensanchar la brecha digital y educativa para personas en situación de vulnerabilidad.
En ese marco, el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco) investigó los campos de aplicación de la IA en la educación, sus beneficios y las condiciones que México debe garantizar para el aprovechamiento equitativo de esa herramienta. Como resultado del análisis, el Imco señala que, para que México pueda aprovechar plenamente la IA en la educación, se requieren promover políticas integrales oportunas, que contemplen la capacitación permanente a docentes, y un plan de infraestructura para generar las condiciones mínimas de conectividad y el acceso equitativo a dispositivos electrónicos en todas las escuelas.
Si esa realidad la comparamos con sistemas educativos de algunos países del mundo, podemos identificar un rezago importante desde los niveles básicos, pues, por ejemplo, en un país asiático la educación se acompaña por cámaras de inteligencia artificial y rastreadores de ondas cerebrales, que permiten identificar cuando un estudiante tiene dificultades para comprender el tema y brindar ayuda para su comprensión, la reacción a estímulos, la medición de la efectividad de los métodos mediante el análisis de patrones, y el avance que cada estudiante va teniendo, formando, en conjunto, un perfil de cada una y uno.
El futuro de la educación no puede dejar de lado la implementación de la inteligencia artificial, por lo que debemos asegurar que las herramientas que se utilicen sean transparentes, y que las funciones de vigilancia, monitoreo y seguimiento estén centradas en el respeto a las personas. No como vías de presión para vulnerar la privacidad, integridad y seguridad, o reducir el valor de las etapas únicas e inherentes del ser humano.
Sin duda, este tema aún es nuevo en nuestro país, pero será una discusión que deberemos considerar bajo la premisa de que las herramientas de IA deben garantizar beneficios y empoderamiento del estudiante, así como del personal docente y de investigación. Observemos las experiencias implementadas a nivel mundial para analizar su efectividad y valor, siempre poniendo en el centro a las y los estudiantes.