La inteligencia artificial ha dejado de ser un concepto de ciencia ficción para convertirse en una tecnología integrada en distintas facetas de nuestra vida. El avance de esta tecnología ha generado inquietudes y miedos en el plano internacional; por eso es un tema que debe ser abordado de forma objetiva e informada.
Entre los miedos más difundidos se encuentra la pérdida de empleos como consecuencia de la automatización. En el estudio “Trabajos del mañana: Grandes modelos de lenguaje y empleos”, del Foro Económico Mundial, se advierte que si bien algunos puestos de trabajo pueden ser sustituidos, la inteligencia artificial también creará nuevas oportunidades, especialmente en áreas de tecnología y servicios. Esto es porque aunque los trabajos repetitivos pueden reducirse, se incrementará la demanda de habilidades tecnológicas y de gestión que fomentarán una mejor producción de bienes y servicios. En ese sentido, es labor de gobiernos, ciudadanía, empresas y organizaciones, velar por que ninguna persona pierda derechos adquiridos durante esta transición.
Otro mito alrededor de la inteligencia artificial es la idea de que está disminuyendo habilidades cognitivas o de toma de decisiones de las personas. Si bien el uso excesivo de la tecnología puede afectar habilidades mentales, varios estudios revelan que los procesos automatizados también ayudan al sujeto a realizar nuevos procesos mentales y explorar nuevas vías para la resolución de problemas. De esta forma, se ha demostrado que las personas que utilizan la inteligencia artificial en sus actividades cotidianas tienden a desarrollar habilidades en la toma de decisiones basadas en datos.
Aunado a lo anterior, debe reconocerse también que este tipo de tecnología no está exenta de peligros, como el que involucra los posibles sesgos y discriminación en los algoritmos. Esto porque la inteligencia artificial depende de datos históricos para tomar decisiones, lo que puede perpetuar paradigmas presentes. Este fenómeno se ha evidenciado, por ejemplo, en sistemas de reconocimiento facial que muestran altos niveles de error en personas de grupos raciales minoritarios, como lo ha revelado el reporte “¿Cuáles son los riesgos de la Inteligencia Artificial?”, de Beatriz Martos, miembro de Amnistía Internacional.
Otro de los más significativos es el referente en la protección de datos personales relacionado con el abuso en la utilización de información personal. Como lo señaló Michelle Bachelet en 2021, entonces Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos: “Uno de los principales desafíos es el uso de algoritmos que procesan grandes volúmenes de datos personales, lo que puede llevar a la recopilación y almacenamiento de información sensible sin el consentimiento adecuado de los individuos vulnerando derechos humanos”. Además, la falta de transparencia en los procesos de decisión automatizados puede dificultar la comprensión de cómo se utilizan los datos, lo que a su vez limita la capacidad de las personas usuarias para ejercer sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición de su información.
Resulta primordial establecer controles robustos para la protección de datos personales. Esto permitirá a la ciudadanía mantener el control sobre su información y evitar abusos; elaborar una adecuada gestión de riesgos y evaluaciones de impacto para anticipar vulneraciones de datos personales; robustecer mecanismos de seguridad; y fomentar la transparencia en los algoritmos utilizados en los sistemas de inteligencia artificial, para entender cómo se procesan y utilizan los datos, así como detectar y corregir posibles sesgos en las decisiones automatizadas.
En un mundo donde la inteligencia artificial avanza aceleradamente y se incorpora cada vez más en el desarrollo de actividades cotidianas, los desarrolladores de la tecnología, autoridades gubernamentales y organismos garantes deben trabajar en la generación de una regulación eficiente. Proteger los derechos de los individuos y garantizar el uso responsable de esta tecnología, requiere un marco normativo dinámico que no solo proteja la privacidad, sino el desarrollo de la libre personalidad y otros derechos fundamentales.
La utilización de la inteligencia artificial ya está aquí, al alcance de muchos. Su desarrollo y uso ético y responsable genera progreso y bienestar, pero no debemos dejar de lado que los actores involucrados deben ser vigilantes sobre cómo se emplea, puesto que su mal desarrollo y utilización puede provocar impactos negativos en las personas, que son a quienes debemos proteger.