Soy un firme convencido de que el presidente López Obrador no buscará, por ninguna vía, su reelección en el cargo. Se podrán criticar muchas cosas de AMLO, pero sería ingenuo no reconocerle que tiene un gran sentido de la historia y de su legado. Simplemente, no está dispuesto a opacar su presencia en los libros de historia a cambio de prolongar su mandato; no es tan básico ni tampoco tan obvio. De igual modo, no creo que pretenda establecer un Maximato a imagen y semejanza de Calles durante el siglo XX porque no tendrá necesidad de hacerlo. Un animal político nato como López Obrador conoce al dedillo los recovecos del poder y de la política. Se le puede acusar de no ser un gran administrador, pero nadie le puede regatear el gran talento político que lo caracteriza. Es muy probable que López Obrador termine su sexenio como uno de los presidentes más queridos y populares en la historia reciente del país y parece ser que es ese el capital político con el que pretende contar de por vida, para ser un verdadero referente histórico. La gente –o por lo menos su clientela electoral– lo considera como un presidente que cumple, que por primera vez atiende a los pobres y desposeídos y salvo alguna tragedia o falla gigantesca, lo más probable es que esa percepción ciudadana no vaya a cambiar en el resto de su administración. Aunado a un manejo muy cauteloso de la comunicación, en que cada mañana dice lo que quiere decir y oculta lo que quiere ocultar, el presidente tiene frente a sí a una oposición de caricatura.
Es inexplicable que ante tantos yerros evidentes del gobierno de la llamada 4T, no existan críticos dentro de la clase política que evidencien que existe un gobierno federal sumamente incompetente en muchos rubros. Sólo por citar algunos: la salud, la seguridad y la corrupción. Y entonces, ¿cuál es la intención de un presidente tan popular de llevar a cabo una revocación de mandato que nadie pide y de la que se sabe con certeza que va a arrasar el resultado a su favor? ¿Cuál es la intención de evidenciar a una de las instituciones fundamentales de la democracia mexicana como es el INE? La respuesta fácil es decir, por un lado que responde al gran ego de López Obrador realizar una consulta a modo, y por el otro decir que está vengándose del INE que según él convalidó los fraudes electorales por los que dice –sin aportar pruebas contundentes hasta ahora– que sufrió en 2006 y 2012. Pensar así es no darle crédito a López Obrador, es pensar que no tiene visión de futuro y la verdad es que si algo le caracteriza es que es un jugador de ajedrez en lides políticas.
No, a AMLO le tiene sin cuidado su revocación de mandato, porque sabe que va a ganar. Lo que puede resultarle interesante es utilizar todo ese capital político y legitimidad social –y electora– que tendrá al terminar su sexenio, para influir en la revocación de mandato del sexenio que siga al suyo. López Obrador sabe que una palabra suya bastaría en 2028 para que se organice su base electoral y solicite realizar una revocación de mandato para quien sea presidente en ese momento. Sus simpatizantes votarán como él les diga que voten, él tendrá la llave que abra y cierre la puerta de Palacio Nacional; él será el dueño de la espada de Damocles que penda sobre la cabeza de su sucesor ya que, si por cualquier razón siente o piensa que no se están siguiendo los lineamientos de “su transformación”, podrá mover los hilos cual titiritero para cambiar a quien lo suceda. Sin embargo, sabe que para que eso ocurra es menester librar una aduana que será quien pueda frenar un uso faccioso de esta nueva figura constitucional y evitar que se desnaturalice para ejercer un control político. Esa aduana es el INE.
La aversión de López Obrador por dicho instituto ha llegado al extremo de querer su exterminio y no han faltado los abyectos que quieran quedar bien con el presidente y que están dispuestos a hacerle el trabajo sucio a cambio de un plato de lentejas. En el extremo se encuentra el presidente de la Cámara de Diputados –a quien no le importan las expresiones políticas que no correspondan a la suya– que en el colmo de la lambisconería ha demostrado sus inclinaciones fascistoides y recurrió, nada más ni nada menos, que a la denuncia. A la vía penal, que quede claro que quien no piense como ellos puede llegar al bote. Faltaba más. No imagino a este tipo en un examen de la Libre de Derecho, confunde la gimnasia con la magnesia, no sabe que la ley se debe aplicar como está hecha, no como le dé la gana a él por muy presidente de la Cámara de Diputados que sea. No tengo duda que será un digno sucesor de Cuitláhuac García en la gubernatura de su estado. Pero independientemente de esta bajeza del Sr. Gutiérrez Luna, el propio presidente López Obrador se percató de que una persecución penal por tener un disenso es un extremo, una exageración y prefiere aniquilar a la institución y no a los consejeros, de una manera mucho más efectiva: les recorta el presupuesto y los obliga a hacer una revocación de mandato chafa para poder exhibir la inutilidad del INE y propugnar por su desaparición o modificación según sus deseos y conveniencias.
Aunque haya dicho que se irá al rancho La Chingada al terminar su sexenio, la verdad es que López Obrador seguirá manteniendo un gran poder extrasexenal si logra deshacerse del INE. La moneda está en el aire.
El autor es abogado experto en administración.