Carlos Javier Gonzalez

Masacre en Tampico, vergüenza de todos

Hace un par de años conocí a Pachita. Fue en un viaje que hice a Janos, Chihuahua, con mi gran amigo Vladimir Galeana para hacer un programa de televisión sobre el rescate del Bisonte Mexicano que ha resultado ser muy exitoso.

Ahí estaba ella. Nos recibió un poco tímida, sólo nos observaba desde la lejanía de su segura guarida encima de la casa, de la cual no se animaba a salir hasta tomar confianza. Poco a poco se nos acercó y de inmediato nos sedujo con su mirada enmarcada en ese bello antifaz color negro. Simplemente se sentó junto a nosotros y nos pidió comida. Nos gustó, nos conquistó, nos sedujo.

Su historia tenía un triste comienzo y un futuro prometedor. Fue hallada al borde de la carretera herida, seguramente arrollada por algún conductor sin conciencia ni remordimientos, que la dejó abandonada para que perdiera la vida. Los habitantes de la zona la llevaron al refugio de los bisontes para que pudieran hacer algo por ella… y lo lograron. Pachita salvó la vida y se convirtió en parte de la familia que conforma el refugio de biólogos, científicos, veterinarios y demás personas de buen corazón que buscan restaurar el hábitat del bisonte en Janos.

Ahora, se le puede ver corriendo libre y segura en toda la reserva, que tiene más de mil hectáreas. Todas las noches vuelve para dormir en familia, segura, con sus protectores. Pachita es un ser privilegiado. Es una mapache hembra que hoy vive feliz rodeada de gente que la procura y sobre todo, la respeta. Vladimir, ese periodista recio, combativo, valiente y libre de opinión y mente, se rindió a los encantos de Pachita. No se cansaba de tomarle fotos y videos. Simplemente, se enamoró.

Desafortunadamente, no es la historia que hoy viven mapaches en las escolleras de Tampico-Miramar, en el estado de Tamaulipas. En esa pobre latitud, tan castigada por el crimen organizado y sus cobardes ataques a la tranquilidad ciudadana, parecería una banalidad ver por la vida de los más débiles y desprotegidos: los animales. Y sin embargo, no es así. Ha comenzado a darse un movimiento en Tampico que busca proteger a estas víctimas inocentes de la voracidad humana, de la ambición desmedida a la que parecen estorbar estos pequeños seres que no ofenden a nadie.

Es triste, es horrible la forma en que se han organizado comandos clandestinos para aniquilar a una especie animal que vive en las escolleras de la localidad porque nuestra especie –la humana- devastó su hábitat y ahora los quiere devastar a ellos por razones poco claras. Se dice que hay interés económico por un proyecto turístico que haría de las escolleras un muelle turístico como los de Baltimore, Chicago o Nueva York. Pero parece que estos animalitos les estorban… quien sabe por qué.

Las imágenes son sobrecogedoras, de mapaches masacrados a machetazo limpio, a unos les cortan sus manos para que no puedan alimentarse y mueran de hambre, a otros les desollan el rostro con una saña propia de mentes desquiciadas. La Profepa ha sido enterada, igual que las autoridades de medio ambiente de Tamaulipas, pero la historia sigue. Todos los días amanecen víctimas inocentes de esta tragedia en las escolleras. Se han encontrado rastros de ácido muriático en su agua, se han hecho denuncias ante un Ministerio Público que seguramente está más preocupado por poner un poco de orden en una sociedad devastada por la delincuencia, en la que a pesar de ello, hay organizaciones y gente buena que ve por estos inocentes mapaches.

En el Distrito Federal y otras entidades, cada vez se avanza más en la protección animal hasta que, algún día alguien tenga la valentía de reconocerles como sujetos de derechos. En Tamaulipas están muy lejos de eso y por ello es que la sociedad debe alzar la voz por quienes no pueden hacerlo. Estos mapaches simbolizan la lucha de Tamaulipas por no olvidarse de lo importante, de lo trascendente en una sociedad civilizada.

Ya lo dijo Ghandi, quien luchó con su vida por la independencia de su país, pero nunca se olvidó de los más débiles entre los débiles, aquellos que ni siquiera entienden el por qué de su exterminio y simplemente viven según los designios de la naturaleza y con ello, nos dan grandes lecciones de dignidad.

La historia del mapache de Tampico-Miramar debe ser conocida y detenido su exterminio, simplemente porque es lo correcto: el respeto a la vida sin ambigüedades ni justificaciones cobardes, tal y como ellos intentan vivir su vida. Que así sea.

Correo: gonzalezrobles@gonzalezrobles.com

Twitter: @carlosjaviergon

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