Indicador Político

Arrestan al “rico” consentido de Forbes

El arresto de Joaquín El Chapo Guzmán estuvo precedido de una leyenda urbana que ayudó a construir la revista Forbes: un empresario, un superhombre, una superestructura y una supermente estratégica.

Pero El Chapo no era así; se trata de un narco con un nivel intelectual bastante bajo, dominado por las pasiones de la carne y el alcohol, protegido por la impunidad de la corrupción policiaca y del poder político, viviendo la normalidad urbana en un edificio de departamentos; eso sí, un criminal que usó la muerte para construir un imperio criminal.

Lo que queda por indagar son las razones por las que El Chapo pudo fugarse en enero de 2001 del penal de Puente Grande -"Puerta Grande", desde entonces-, cómo fue que comenzó su año 14 de libertad viviendo normalmente en Mazatlán y moviéndose con tranquilidad a Culiacán y qué redes de poder lo protegieron para seguir operando el Cártel de Sinaloa.

Formado de dos líneas criminales del narco -el Cártel del Golfo de Osiel Cárdenas, preso en los Estados Unidos, y el padrino Miguel Félix Gallardo y el Cártel de Guadalajara en los 70-, El Chapo tuvo una primera vida criminal corta: más o menos de 1980 a 1993 en que fue arrestado; pero en el penal controló una estructura criminal que duró hasta su fuga en 2001, vía su compadre Ismael El Mayo Zambada, un narco capaz de promover una entrevista de semblanza en Proceso vía su director Julio Scherer García.

El Cártel de Sinaloa se movió en toda la República, se alió y luego rompió con Los Zetas, y pasó a algo que quiso ser leyenda urbana cuando la poderosa revista Forbes lo incluyó en la lista de los hombres más ricos del mundo con mil millones de dólares, sólo que la publicación nunca pudo explicar el monto, ya que su lista se armaba a partir de la propiedad accionaria de empresas. En el top de los ricos, El Chapo quedó muy visible en nombre aunque se sometió a operaciones y dietas para inventarse un nuevo rostro.

El Chapo ha sido un narco, nada más; usó su poder y su dinero para comprar lealtades, pero sólo con el propósito de proteger sus negocios; eludió las riquezas del poder criminal, las lealtades que generó fueron de circunstancias y por miedo, pero al final sí fue traicionado por un colaborador que busca ahora cobrar la recompensa. Por lo apretado del negocio en México y EU, se expandió a Centroamérica y a Europa, pero sin demasiada influencia.

Su poder criminal fue limitado, nunca pudo asentarse en el Golfo y su lucha contra Los Zetas lo debilitó en la disputa por los mercados. Eso sí, su leyenda urbana fue creciendo al amparo de los medios que lo convertían en uno de los más buscados, pero al final de cuentas El Chapo era ya un narco en declinación porque su propia visibilidad mediática operó como factor de presión sobre las autoridades.

La captura de El Chapo fue un éxito para las autoridades mexicanas, pero volvió a recordar que el narcotráfico es una estructura criminal, un poder financiero corruptor y una red de protección política; es decir, el narco daña más por la corrupción que por el tráfico. A lo largo de treinta años han ido cayendo los jefes del narco, pero la estructura sigue latente. Por tanto, las autoridades deberían enfocar con mayor dedicación la destrucción de estructuras. Causa más daño a las sociedades el lavado de narcodólares que El Chapo.

A lo largo de más de trece años, El Chapo pudo eludir la persecución por la compra de lealtades sociales, políticas, policías y de gobierno. Sólo para vivir entre Mazatlán y Culiacán sin problemas necesitaba El Chapo de una cobertura de complicidades y corrupción. Mientras no se combata esa red de poder, el narco va a sobrevivir a pesar del arresto de sus jefes.

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