El saldo político final de la elección de gobernador en Baja California despertó a los demonios de la concertacesión de 1989: el PAN, entonces y ahora, pactó el gobierno estatal con el gobierno federal a cambio del apoyo panista a las iniciativas priístas.
Pero el asunto podría ser más de fondo. En la elección de gobernador de 1989, el PRI reconoció la derrota antes de cerrar casillas y con eso dejó claro el mensaje de que la elección se había pactado entre el entonces presidente nacional panista Luis H. Álvarez y el presidente Carlos Salinas de Gortari, en pago al apoyo del PAN a la calificación de las polémicas elecciones presidenciales de julio de 1988.
Pero lo más importante fue el hecho de que el ingreso del PAN a la república priísta en realidad no cambió nada; el PAN firmó la 'letra chiquita' en el contrato de la concertacesión: a nivel de gobierno estatal el PAN iba a respetar las reglas del juego de la república priísta, desde la sumisión al presidencialismo tricolor hasta los protocolos priístas que el PAN criticaba en el discurso.
Algunos panistas de 1989 recuerdan hechos. Luego de anunciada la victoria, el PAN bajacaliforniano preparó una fiesta e invitó a panistas del DF; la idea era mandar el mensaje de que las prácticas priístas iban a cambiar con el PAN: no habría protocolos, la toma de posesión tendría una verbena popular y el nuevo gobernador se mezclaría con el pueblo.
Pero los panistas capitalinos se sorprendieron: luego de la toma de posesión, el nuevo gobernador Ernesto Ruffo desapareció de la ciudad porque había tomado un avión especial para trasladarse a la ciudad de México a rendirle pleitesía al presidente de la república (priísta) Salinas y acompañarlo de regreso a Baja California; asimismo, en Mexicali se hicieron dos fiestas: la exclusiva de los panistas pero organizada con los mismos protocolos del PRI y la del pueblo sin la presencia de los panistas.
El modelo se repetiría en Chihuahua en 1992 con la victoria panista de Francisco Barrio. Ruffo y Barrio fueron conocidos como los gobernadores priístas-salinistas del PAN.
La victoria del candidato panista Francisco Vega de la Madrid quedó marcada por la concertacesión con el gobierno del presidente Peña Nieto, a cambio del apoyo del PAN a las reformas estructurales en el Pacto. Por tanto, al PAN, al candidato Vega de la Madrid y al dirigente panista Madero le hubiera convenido más aceptar la derrota que presionar por la concertacesión con el secuestro del Pacto porque el nuevo gobernador panista quedó marcado por la ilegitimidad, Madero logró conservar para el PAN una gubernatura pero a cambio de negociar en lo oscurito con el PRI y el gobierno federal priísta: el costo político de Baja California será muy alto para el PAN.
Madero no supo sacar lecciones políticas de la concertacesión panista de 1989: Salinas de Gortari se comprometió a una reforma política pero el propio Luis H. Álvarez, en entrevista grabada en 1993 por el reportero Roberto Vizcaíno, de Excelsior, se declaró después traicionado por Salinas, aunque pudo entregar las cuentas de tres gubernaturas: BC, Guanajuato y Chihuahua, pero sin lograr la reforma democrática. Ahora puede ocurrir lo mismo.
En los hechos, Madero quedó atado a cumplir dentro del Pacto con lo que necesite el PRI y el gobierno federal pero también ahora, como en 1989, ya sin posibilidad de promover reformas políticas que le sirvan al país: Madero apostó para sí mismo y no para la transición y embarcó al PAN a los acuerdos priístas dentro del Pacto.
Así que los fantasmas de Ruffo y Barrio --y no de Greta Garbo-- se estarán apareciendo en las noches en las oficinas del PAN para asustar a los panistas: Vega de Lamadrid será otro gobernador priísta del PAN.
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