“La tecnología es solo una herramienta. Para conseguir que los niños trabajen juntos y motivarlos, el profesor es lo más importante”.
Bill Gates
Agradezco la contribución e ideas de Diana Servín y Santiago Hernández.
Una de las principales preocupaciones alrededor de la inteligencia artificial (IA) es su uso en la educación. Estas inquietudes giran alrededor de la idea de que facilitar tanto las cosas a los alumnos puede hacer que no se logre uno de los objetivos fundamentales de la educación: que aprendan a aprender.
El aprendizaje, no lo olvidemos, implica esfuerzo que se manifiesta en tiempo de estudio, de concentración, en el propio diagnóstico, en el correcto planteamiento de problemas y en la búsqueda de soluciones. La IA puede ayudar en este proceso, pero sería un error si, por ayudar tanto, no se lograra que el estudiante aprendiera a aprender.
La semana pasada escuché una conferencia del rector de una importante universidad europea en la que dijo: “Me preocupa que los estudiantes, ante una ecuación que representa un reto, simplemente se la planteen a algún chat de IA, que en segundos las resuelva, sin hacer esfuerzo de ‘descifrarla’ ellos mismos”.
Me dio curiosidad y tomé una ecuación compleja, se la plantee a una aplicación de IA y me la resolvió en 10 segundos; entendí entonces la preocupación del conferencista.
Es un hecho irrefutable (e irreversible) que la IA tiene el potencial de transformar la educación de manera significativa, pero también presenta riesgos y peligros que deben ser considerados. Estos son los que considero más importantes:
1. Dependencia excesiva. Los estudiantes podrían volverse demasiado dependientes de herramientas de IA para resolver problemas o realizar tareas, lo que podría limitar su capacidad para pensar críticamente y resolver problemas por sí mismos.
2. Privacidad y seguridad de los datos. Las plataformas de IA suelen recopilar grandes cantidades de datos sobre los estudiantes. Si estos datos no se manejan adecuadamente, podrían ser vulnerables a violaciones de privacidad o uso indebido.
3. Veracidad de la información. Muchas veces, lo que arroja la IA no tiene bases o no es del todo correcto, ya que toma todos los datos disponibles y formula respuestas a partir de estos, sin discernir entre fuentes veraces o data real. Estas respuestas pueden convertirse en conclusiones incorrectas en las investigaciones realizadas.
4. Sesgo algorítmico. Los sistemas de IA pueden perpetuar o amplificar sesgos existentes en los datos con los que han sido entrenados (o alimentados). Esto puede llevar a decisiones injustas o discriminatorias en la evaluación y el apoyo a los estudiantes.
5. Reducción de la interacción humana. Si se depende demasiado de la IA para la enseñanza y el aprendizaje, puede reducirse la interacción entre estudiantes y profesores, algo que es fundamental para el desarrollo social y emocional de los estudiantes; el diálogo maestro-alumno, desde hace siglos, ha sido una metodología muy exitosa de aprendizaje y, me atrevería a decir, irremplazable.
6. Falta de personalización real. Aunque la IA promete una educación personalizada, en la práctica, estos sistemas pueden no captar completamente las necesidades individuales de cada estudiante, lo que puede resultar en una educación menos eficaz.
7. Cambio en el papel de los educadores. La IA podría cambiar el rol de los educadores, llevándolos a enfocarse más en la gestión de tecnología que en la enseñanza directa. Esto podría, sin duda, deshumanizar el proceso educativo y afectar negativamente la motivación y el compromiso tanto de los docentes como de los estudiantes.
8. Ética en la toma de decisiones. El uso de IA en la toma de decisiones educativas, como admisiones o evaluación de rendimiento, plantea cuestiones éticas. ¿Quién es responsable si la IA comete un error? ¿Cómo se pueden asegurar decisiones justas y transparentes?
9. Despersonalización de la educación. Si se utiliza IA para reemplazar a los maestros, en vez de complementarlos, existe el riesgo de despersonalizar la educación, lo que puede impactar negativamente en la motivación y el desarrollo integral de los estudiantes.
Probablemente, la clave para mitigar estos riesgos consistirá en un uso equilibrado y ético de la IA, asegurando que se utilice como una herramienta para mejorar la educación sin reemplazar los elementos humanos que son esenciales para el aprendizaje y el desarrollo. Como mencioné en la anterior columna, la IA es una herramienta y, aunque es muy valiosa, finalmente es solo una herramienta y no un objetivo en sí misma.