Ya no hay duda. La economía de México está experimentando una fuerte desaceleración. Mientras que en los tres primeros trimestres del año pasado el crecimiento fue de 0.6 por ciento, 1.0 por ciento y 0.7 por ciento, respectivamente, en los últimos tres trimestres se ha crecido a -0.1 por ciento, 0.1 por ciento y 0.2 por ciento. Así, mientras la economía del país se expandió 3.2 por ciento el año pasado, para este 2024 el Banco de México tiene un estimado puntual de 1.5 por ciento, que incluso podría ser más bajo si se considera que el rango inferior de la previsión del banco central es de 1.1 por ciento.
Es de destacar que esta desaceleración se da incluso en un contexto de una gran expansión fiscal en la que se tendrá el déficit más amplio desde finales de los años ochenta, lo que apunta a una debilidad mayor que la que sugieren las cifras.
Me parece que esta desaceleración se explica fundamentalmente por tres factores. El primero es que se ha perdido el impulso fiscal que representó el fuerte aumento en el gasto para concluir las obras insignia de esta administración y que concluyó en el último trimestre de 2023. A mitad del año pasado, la inversión pública crecía a tasas anuales cercanas a 25 por ciento; ahora crece a menos del 5 por ciento.
En segundo lugar, la desaceleración del sector de manufacturas de Estados Unidos se ha traducido en una desaceleración de ese sector en México. Mientras que a mediados del año pasado la producción manufacturera crecía en alrededor de 5 por ciento a tasa anual, el indicador adelantado de BBVA Research sugiere que ahora dicho crecimiento se ha tornado negativo. Al respecto, conviene señalar que los indicadores adelantados manufactureros de Estados Unidos sugieren que la debilidad continuará en los próximos meses.
Y en tercer lugar me parece que la muy restrictiva política monetaria está teniendo un efecto negativo en la actividad económica. Partiendo de que la tasa real actual está en alrededor de 7 por ciento, y si se considera que la tasa neutral real de México (aquella que ni estimula, ni restringe a la economía) es algo menor a 3 por ciento, se puede concluir que la postura monetaria sigue siendo sumamente restrictiva. El país tiene una de las tasas reales más altas cuando se le compara con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) y los emergentes grandes, a pesar de que el proceso desinflacionario en nuestro país no ha sido muy distinto al observado en otras latitudes.
La menor inflación esperada ha llevado a Banxico a disminuir la tasa de política monetaria y la expectativa es que el ciclo de relajamiento continúe este año y el próximo, aunque lo más factible es que la política monetaria siga siendo restrictiva hasta al menos finales de 2025.
Si bien es cierto que el canal de transmisión de la política monetaria en México es más débil que el que se observa en países avanzados, ello no quiere decir que este canal sea inexistente. En particular es muy relevante para el crédito corporativo, de manera que la restricción monetaria está teniendo efectos negativos sobre los planes de inversión de las empresas.
Creo que esta debilidad económica continuará el resto del año y el próximo debido a su vez a varios factores: primero, el hecho de que, según ha comunicado la Secretaría de Hacienda, en 2025 se implementará una fuerte consolidación fiscal que podría ser de hasta tres puntos del PIB y que naturalmente traerá una importante reducción en la demanda agregada; segundo, el próximo cambio de gobierno, que en México resulta históricamente en un retraso no menor en el ejercicio del gasto; tercero, el hecho de que la economía de Estados Unidos parece encaminada a una desaceleración gradual que puede tener un efecto negativo sobre las exportaciones mexicanas, y cuarto, la incertidumbre en torno al tipo de sistema judicial que el país tendrá como resultado de la reforma aprobada el domingo pasado, la cual muy probablemente resultará en un choque negativo a la inversión.