La elección de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos presenta retos importantes para México. Dentro de las promesas de campaña de Trump, destacan algunas que, de implementarse, tendrían un efecto directo negativo para el país. De estas promesas, destacan las amenazas arancelarias.
Trump ha dicho que impondrá aranceles a todas las importaciones de Estados Unidos. En algunas ocasiones ha dicho que de 10 por ciento y en otras de 20 por ciento, salvo para el caso de China, que serían de 60 por ciento. Al parecer pretende aplicarlas incluso a productos provenientes de países con los que Estados Unidos tiene tratados comerciales, con lo que la posibilidad de que sean aplicadas a México es significativa. También hay que recordar que unos días antes de la elección, Trump dijo que si México no coopera con Estados Unidos en temas migratorios y de seguridad, le impondrá un arancel de 25 por ciento el primer día de su mandato.
México debe de implementar pronto una estrategia para minimizar el impacto de la política comercial de Trump. Primero hay que reconocer que el efecto más negativo de dichas políticas es la incertidumbre que causan para la inversión. Si se impusieran aranceles de 10 por ciento a todo lo que México exporta a Estados Unidos, el efecto no sería tan grave. El tipo de cambio se depreciaría lo suficiente para mantener la competitividad de los productos mexicanos y, al tratarse de aranceles generalizados, no se generarían distorsiones entre sectores. Habría un efecto negativo porque la mayor depreciación podría resultar en tasas de interés algo más altas. Pero los efectos no serían muy significativos. El problema más relevante es que si los inversionistas no saben si los aranceles serán de 10 por ciento, de 20 por ciento o de 25 por ciento, o si puede haber trato diferenciado entre sectores, pospondrán decisiones de inversión.
Por lo anterior, creo que México debe tratar de llegar a acuerdos en materia comercial, lo cual significará también hacerlo en temas de migración y seguridad lo antes posible. No es buena idea esperar a la revisión del T-MEC en 2026. Ello implicaría un choque negativo a la inversión de al menos un año.
Para lograr acuerdos, es necesario trabajar con el sector privado de Estados Unidos para que éste ayude a lanzar el mensaje de que México no es un competidor directo, sino que está integrado en cadenas de valor que ayudan a que la región de Norteamérica sea más competitiva. De todo lo que México exporta a su vecino del norte, 18 por ciento tiene contenido estadounidense.
México también debe abordar el tema de China en las negociaciones. En Estados Unidos existe la preocupación de que China pueda utilizar a México para exportar productos a su país libres de aranceles sin cumplir con las reglas de origen. A Trump le preocupa en particular que China pueda vender en su país automóviles producidos en México. Hasta el momento estas son preocupaciones infundadas. No existe una sola evidencia de que las exportaciones de México hacia Estados Unidos no cumplan con las reglas de origen del T-MEC, y no se ha vendido en suelo estadounidense un solo automóvil producido por armadoras chinas en México; sin embargo, la preocupación está ahí.
México podría intentar evitar la imposición de aranceles si plantea a Estados Unidos adoptar una política comercial común con respecto a China, aunque el T-MEC no lo obliga a ello. Incluso se puede plantear la posibilidad de implantar una unión aduanera. Ahora bien, al hacerlo, hay que dejar claro que ni Estados Unidos ni México pueden prescindir en el corto plazo de insumos chinos.
Además, para poder llegar a mejores acuerdos, es necesario que México no violente el T-MEC, algo que ocurre en el sector agropecuario en el tema del maíz transgénico y también en el energético al dar preponderancia a las empresas estatales. También sería una violación eliminar la autonomía de la Comisión Federal de Competencia Económica y del Instituto Federal de Telecomunicaciones. No hay que ir por ese camino, pues abriría complicaciones innecesarias.
Estas medidas podrían contribuir a evitar la imposición de aranceles y a dar mayor certidumbre a la inversión. Pero, en caso de que se lleguen a imponer los aranceles, creo que no habría que ir por el camino de la retaliación, pues eso llevaría a una escalada en las medidas proteccionistas en la que México sería la parte más afectada.
En el contexto de la presidencia de Trump, habrá que actuar con inteligencia y mesura para minimizar los daños.