La intención del presidente de lastimar la operación del Poder Judicial confirma el riesgo que vive México de sufrir una fractura constitucional en la división de poderes. Es una apuesta autoritaria tan grave como la que buscó desmontar las reglas e instituciones que hacen posibles las elecciones libres. Pero la arbitrariedad del plan B, recordemos, fue derrotada. A un año de la “marea rosa”, conviene rescatar lecciones clave de ese ejercicio de resiliencia democrática. Subrayo cinco.
Uno. No incurrir en el autoengaño: es preciso saber que cuando el déspota se dispone a arrasar con todo aquello que le hace contrapeso, no habrá guiño que lo haga cambiar de parecer. Por eso es indispensable la firmeza.
Cuando inició el sexenio y el presidente quiso afectar a las instituciones autónomas, hubo quien creyó que cediendo obtendría la paz. Fue el caso entonces del Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI): se bajaron los sueldos y se terminó con prestaciones que tenían sus trabajadores por contrato. El fin de la historia es conocido: la avidez autoritaria no tuvo miramiento y decidió dejar en la inoperancia al INAI, pues le estorbaba la transparencia. El autócrata no sació su hambre destrucción. Más vale la firme y serena defensa de los derechos de los trabajadores. Eso hizo el INE ayer y hoy su estructura operativa está en pie.
Dos. No renunciar a la explicación pedagógica e informada. Los ataques a las instituciones públicas desde el poder presidencial se basan en una amplia dosis de mentiras, acusaciones sin prueba de despilfarros, y en campañas de desgaste e intimidación a los funcionarios públicos. Desde las instituciones hay que explicar con serenidad y legalidad, sin titubeos, las veces que sea necesario, las atribuciones constitucionales lastimadas y los riesgos para los derechos ciudadanos de las pretensiones presidenciales. En medio del ruido, perseverar en la deliberación pública informada y racional es irrenunciable. Desde el INE se explicaron una y otra vez los peligros del plan B. La sociedad estuvo atenta, fue receptiva y tomó el protagonismo que le correspondía en defensa de sus derechos políticos y de su institución electoral.
Tres. No caer en un contrapopulismo, en la polarización que favorece a quien siembra odio y rencor. La sólida defensa de las instituciones no pasa por competir en excesos con los autoritarios. Si bien ha habido detractores del gobierno que incurren en un discurso ultra, que ve hasta intenciones comunistas —caray, cuando este gobierno achica al sector público y favorece la privatización de la atención a la salud—, fueron voces marginales, contraproducentes a la democracia, porque también se inspiran en la lógica autoritaria de que busca desaparecer al de enfrente. Al contrario, la defensa de la democracia es la reivindicación del pluralismo y la legalidad, incluso del derecho de los votantes de Morena a seguirlo haciendo, pero en elecciones limpias y no controladas por el gobierno. Tonos y formas del discurso democrático y tolerante son indispensables.
Cuatro. La clave es la sociedad civil organizada, no hace falta un caudillo. Si algo caracterizó a la marea de marchas rosas en todo el país fue la copiosa participación de ciudadanos de a pie que, de forma independiente y comprometida, hicieron suya la defensa del voto libre. No fue necesario un gran líder, ni una personalidad que aglutinara la movilización. De hecho, ya hay un líder fuerte: pero es el que busca destruir el ecosistema democrático. La figura del caudillo es propia del subdesarrollo político. Más que un individuo redentor, la democracia necesita ciudadanos en plural, comprometidos, activos. Fue esa ciudadanía la que mantuvo en pie al INE, a las elecciones genuinas.
Cinco. Instituciones que cumplen con su misión sin doblegarse. La decisión del INE en 2022 e inicio de 2023 de controvertir por los medios legales el plan B permitió que el asunto llegara a la Suprema Corte. En su turno, el máximo tribunal declaró inconstitucional la reforma que ponía en riesgo el sufragio libre. La pretensión autoritaria fue anulada en el plano legal por la decisión de una Corte que no se subordinó: la independencia sólo se defiende ejerciéndola.
La lección está a la vista: el México democrático no requiere de caudillos, sino de una ciudadanía comprometida, de instituciones sólidas y del compromiso con la legalidad. Ahí reside la capacidad de resistencia frente al desafío autoritario.
El autor es economista y profesor de la UNAM