Cuando el presidente de la República anuncia que su ‘plan C’ es conseguir la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, está pidiendo dar a su coalición carta abierta para modificar la Constitución “sin cambiar una coma” a las iniciativas del Ejecutivo, lo que anularía al Poder Legislativo y su papel de contrapeso. Además, ya avisó que con esa mayoría se reformaría la Carta Magna para elegir por voto popular a los ministros de la Corte, con lo que el partido más votado capturaría al Poder Judicial. No deja de ser sintomático que desde el gobierno se pida el sufragio ciudadano para proceder a exterminar dos fundamentos básicos de la democracia: la división de poderes y el Ejecutivo acotado.
A pesar de tan autoritaria pretensión, permítaseme cierto optimismo y explicar por qué el ‘plan C’ no podrá cumplirse. Ello se debe a tres factores clave: a) la pluralidad de la sociedad; b) las reglas vigentes para integrar el Congreso y, c) las simples matemáticas.
Me explico usando sólo el caso del Senado. Para tener mayoría calificada y cambiar la Constitución, se necesitan al menos dos terceras partes de los 128 senadores, o sea, 86 escaños. Las reglas para integrar el Senado son sencillas: de cada entidad federativa salen tres senadores, dos de la fuerza más votada y uno del segundo lugar. Así que son 96 senadores por esta vía y hay 32 más que surgen de una lista nacional con proporcionalidad directa. Eso es todo.
Ahora bien, ¿qué se necesita para lograr 86 senadores? Pues ganar las 32 entidades, lo que daría de entrada a 64 senadores. Y, luego, sería necesario obtener 22 senadores de la lista nacional y así alcanzar el número mágico de 86. Pero para hacerse de esos 22 senadores se requiere lograr el 68.8 por ciento de los votos. Ser primera fuerza en las 32 entidades y recibir casi siete de cada diez votos ciudadanos. Se puede escribir, pero es imposible de conseguir en la realidad. Veamos.
Ni siquiera en la elección de 2018, con el gran caudal de votos hacia Morena y sus aliados, se alcanzó la mayoría calificada. En esa elección al Senado, los partidos de la coalición Juntos Haremos Historia (JHH) ganaron en 25 entidades, por lo que se hicieron con 50 senadores de primera mayoría. En otras cinco entidades, la coalición JHH quedó en segundo lugar: por esa vía recibió cinco senadores más. De mayoría lograron 55. De la votación nacional emitida al Senado (descontando sufragios nulos, por candidatos no registrados y por partidos que perdieron el registro), Morena obtuvo el 42 por ciento de los votos, lo que le dio 13 senadores de lista nacional; el PT tuvo 4.3 por ciento de la votación, que le dio un senador de lista. Así, la coalición del gobierno se hizo en 2018 con 69 senadores. Tuvo mayoría simple (53.9 por ciento), pero quedó a 17 legisladores de la mayoría calificada de 86.
Por eso, cuando la oposición se decidió, tuvo en el Senado los votos suficientes para detener las reformas constitucionales de este gobierno.
Ahora, si se piensa que la elección de 2024 puede parecerse más a la de 2021 que a la de 2018, las cosas se complican más para quienes sueñan con el ‘plan C’. En la elección intermedia de 2021, la coalición JHH fue la más votada en 20 entidades federativas —cinco menos que en 2018— y fue segundo lugar en 10. Con esos mismos resultados en 2024, la coalición de Morena recibiría 40 senadores de primera mayoría y 10 de segunda. Vamos a la lista nacional: en 2021 los partidos de la coalición JHH (Morena y PT, más el PVEM) obtuvieron el 47.8 por ciento de la votación nacional emitida. Con ese porcentaje, les corresponderían 15 senadores de lista. Llegarían a un total de 65 legisladores de 128, arañando la mayoría simple y muy lejos, al menos a 21 senadores, de la mayoría calificada.
Incluso una leve mejoría de las oposiciones en 2024 respecto a 2021 le quitaría a la actual coalición gobernante la mayoría simple en el Senado.
Puede decirse entonces que: a) en lo que va del siglo ninguna opción ha obtenido siquiera el 50 por ciento de los votos al Congreso y la pluralidad política de la sociedad es irreversible; b) las reglas de integración del Senado complican hasta el extremo la posible conformación de una mayoría calificada y, c) las matemáticas son tercas: ni su mejor escenario le da a Morena y aliados la posibilidad de llegar a 86 senadores para cambiar por sí mismos la Constitución.
Por ello, el ‘plan C’ está condenado al fracaso. Una buena noticia para la democracia.