Nos acercamos a cumplir el primer cuarto del siglo XXI. ¿Cómo ha mejorado en este periodo la capacidad de la economía mexicana de producir bienes y servicios para la población del país? La respuesta la ofrece el Producto Interno Bruto por habitante, el PIB per cápita, que ha crecido 6.7 por ciento entre 2000 y 2022 (datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, OCDE, que permiten comparaciones internacionales). Ello implica una tasa media anual de crecimiento del producto por persona de 0.29 por ciento: menos de una tercera parte de un punto porcentual al año. Son datos que reflejan, sin rodeos, que vivimos en un siglo de severo estancamiento de la economía.
No siempre ha sido así. México logró en distintos momentos mucho mayor dinamismo. En la época del desarrollo estabilizador, entre 1954 y 1970, el PIB per cápita crecía a una tasa promedio al año de 3.4 por ciento. A ese ritmo el valor de los bienes y servicios por cada habitante se duplicaba en 21 años. Ello permitió que el país dejara de producir principalmente bienes agrícolas, que despegaran la industria y los servicios, que la población se volviera más urbana, que se extendiera la educación, que se incrementara la esperanza de vida de forma significativa. En esa época no se resolvió el añejo problema de la desigualdad ni se acabó con la pobreza, pero gracias a una economía pujante, con capacidad de duplicar cada dos décadas los bienes y servicios por persona, cada generación de mexicanos vivía mejor que la de sus padres, tenía oportunidades de encontrar empleos de mayor remuneración, acceder a mejor vivienda, a más educación y más servicios de salud, en suma, de prosperar.
Pero con el precario ritmo de expansión que registramos en lo que va del siglo XXI, para duplicar el PIB por persona del año 2000 nos tardaríamos 240 años. Sí, lo que antes se lograba en 21 años, duplicar la riqueza media por habitante, a la lenta velocidad actual nos tomaría diez veces más de tiempo. El PIB per cápita del año 2000 se duplicaría allá por el año 2240. Como diría Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos, pero en este caso no sólo los mexicanos actuales, sino también sus nietos y los tataranietos de estos.
Habrá quien, para tratar de justificar este pobre desempeño de la economía, refiera que el mundo ha vivido en este siglo dos profundas crisis, la financiera de 2008-2009 y la de la pandemia covid-19. Esas crisis existieron y su efecto nocivo no puede ignorarse sobre la producción y el PIB per cápita, pero si fueran la causa fundamental del largo estancamiento, ello se reflejaría en todo el orbe. Y no es así, en otros países las cosas han sido distintas. Los datos de la OCDE muestran que en el año 2000 México era, en el mundo, el lugar número 50 en PIB per cápita. En 2022 había descendido al lugar 72. Así que en este periodo más de dos decenas de países lograron un mejor desempeño y superar la producción por individuo de nuestro país, entre ellos Costa Rica, Chile, Panamá y Uruguay en América Latina, y en el resto del mundo rebasaron el PIB per cápita de México naciones como Lituania, Malasia, Polonia, Rusia y Turquía.
Así que no son las crisis externas lo que explica que la economía mexicana esté aletargada, que alcance tan poco crecimiento, que estén obstruidos los canales para generar bienestar.
El mal desempeño de México se ha mantenido durante los cuatro gobiernos que hemos tenido en lo que va del siglo. Ninguno consiguió que el PIB per cápita creciera, al menos, a un punto porcentual al año. Con Fox el aumento medio anual del producto por habitante fue 0.6 por ciento; con Calderón, 0.39 por ciento; con Peña Nieto, 0.76 por ciento y en los primeros cuatro años de López Obrador el saldo es negativo, un deterioro de menos 0.43 por ciento al año. Sin considerar a este gobierno, entre 2000 y 2018 el PIB per cápita creció a un promedio anual de 0.58 por ciento por lo que, a ese paso, duplicar el producto por habitante del año 2000 tomaría 120 años. Tampoco es consuelo: el mal desempeño económico no empezó con López Obrador, sólo se agudizó.
La mexicana es una economía abierta al mundo, sus indicadores macroeconómicos nominales están en general bajo control (deuda y déficit públicos, inflación, tipo de cambio), pero eso no basta para crecer y generar bienestar. Para cambiar lo que va mal, lo primero es reconocerlo: el desempeño de la economía mexicana en lo que va del siglo es más que lamentable.