En los Criterios de Política Económica para 2025, presentados por la Secretaría de Hacienda, se calcula que la economía crecerá entre 2 y 3 por ciento y que el peso se sitúe en 18.5 pesos por dólar al cerrar el próximo año. Para saber qué tan consistentes pueden ser esas estimaciones, baste ver lo que se previó para 2024 y lo que ha ocurrido: Hacienda estimó que se crecería entre 2.5 y 3.5 por ciento, pero el INEGI revela que el crecimiento en los primeros nueve meses del año es de apenas 1.5 por ciento anual, la mitad de lo previsto por Hacienda; además estimaron que el tipo de cambio cerraría 2024 a 17.6 pesos por dólar, cuando está en 20.49 pesos. Los datos duros evidencian la falta de solidez de las expectativas de nuestras autoridades hacendarias.
Las variables más relevantes del desempeño de la economía mexicana (consumo, inversión, gasto público, balance exportador) revelan una situación de estancamiento, lo que de nuevo contradice los cálculos de Hacienda y alerta de un posible escenario recesivo al que, además, contribuirá la política económica propuesta por el gobierno. Veamos una a una.
Primero, la desaceleración del mercado de trabajo. Los datos de empleo más recientes del INEGI muestran que, al segundo trimestre de 2024, el empleo aumentó en 805 mil trabajadores respecto al año previo, sólo un 1.4 por ciento. En cambio, a la mitad de 2023 se habían creado un millón 100 mil empleos frente al año anterior, una expansión de 1.9 por ciento y a la mitad de 2022 se generaron 2.18 millones de empleos, 3.9 por ciento más que un año antes. Estas cifras confirman que va a la baja la creación de empleo, de cuyo ingreso depende el sustento de la población y lo que determina el nivel de consumo. Además, el próximo incremento salarial será menor que los de los últimos años. No puede esperarse, así, que el consumo privado de las familias sea la locomotora económica.
Segundo, la inversión se frena. Los datos más recientes de formación bruta de capital fijo que proporciona INEGI indican que, en agosto de 2024, se había dado una contracción de 0.9 por ciento respecto al mismo mes de 2023 cuando, por cierto, frente a 2022 la inversión había crecido en 26.6 por ciento. En la construcción la caída es de -6.0 por ciento, cuando en 2023 crecía al 39.5 por ciento y es más acusada la reducción en la construcción no residencial, que el pasado agosto cayó en 10.2 por ciento cuando en el mismo mes de 2023 se había expandido un 77.3 por ciento respecto al año previo. La inversión en maquinaria y equipo en agosto aumentó 5 por ciento anual, cuando el año anterior lo hacía al 13.4 por ciento. Así que el componente central del crecimiento, la inversión productiva, ya está en números negativos.
Tercero, el gobierno reduce su contribución al Producto. En 2024, el gasto neto total del gobierno se programó para representar el 26.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y para 2025 se ubicará, de acuerdo con el Paquete Económico diseñado por Hacienda, en 23.2 por ciento del PIB, una drástica caída de tres puntos porcentuales. Eso implica un retroceso incluso por debajo del nivel de 2020, cuando en plena pandemia el gasto neto del gobierno significó el 24.9 por ciento del PIB y fue creciendo en los años posteriores en los que, incluso con ello, la economía tuvo un desempeño mediocre. Se castigará, también, la inversión pública (carreteras, generación eléctrica, escuelas, hospitales), pues bajará del 2.6 a 2.1 por ciento del PIB, el nivel más pobre en años. Los motores privados de la economía se apagan y, encima, el gobierno mete reversa.
Cuarto, un escenario complicado para las exportaciones. En junio de este año, INEGI y Banco de México dieron cuenta de una reducción anual de las ventas al exterior de 5.7 por ciento, la caída más pronunciada en 46 meses. La reducción afectó a las exportaciones no petroleras, con menos 4.4 por ciento y, sobre todo, a las petroleras que disminuyeron 26.8 por ciento. Con Trump amenazando con aranceles es complicado que las exportaciones tengan un buen año en 2025.
Esas son las cifras. El gobierno pudo ayudar a la actividad a través de la inversión y el gasto públicos, pero eso requería recursos tributarios adicionales a los que renunció al demonizar la posibilidad de una reforma fiscal. Optó por una política económica procíclica. En economía, como en el beisbol, contra la base por bolas no hay defensa: si el gobierno se empeña en no crecer, no se crecerá.