Hace ciento diez años, en junio de 1913, Noruega fue el primer país independiente en donde se implementó el derecho de voto femenino el 11 de junio de 1913, ese día las mujeres noruegas votaron en elecciones parlamentarias por primera vez. Pasarían 40 años antes de que México reconociera el voto femenino, bajo la presidencia de Adolfo Ruiz Cortines, sin embargo, este derecho sigue cuestionado en ciertas comunidades del sureste del país, como lo documenta Ana Cruz en su película Las sufragistas. Esta lucha ha sido complicada, pero el futuro que se avizora es uno en donde las estructuras femeninas serán las que prevalezcan, tal como lo relata Silvia Zanella en su libro El futuro del trabajo es femenino (Planeta 2021). La irrupción de lo femenino en la agenda de desarrollo del milenio ha venido acompañada de un crecimiento de la población femenina sobre la masculina. En México, de acuerdo con el censo de 2020, había 64 millones de mujeres en la población total, tres más que hombres, de forma actualizada con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo a finales de 2022, la población femenina de 15 años y más alcanzó los 52.7 millones, de las cuales, 24.4 millones eran población económicamente activa, de las cuales 13.3 millones se encontraban en la informalidad, derivado de la imposibilidad de la sociedad mexicana de asumir su responsabilidad para dar a las mujeres una vida digna, el trabajo doméstico sin registro en la seguridad social ocupa a 2.1 millones y sigue creciendo, a lo que se suma que 3.4 millones estaban en las empresas, gobierno o instituciones que no registran debidamente a las mujeres cuando entran a trabajar.
En medio de esta turbulencia de inequidades y de falta de cumplimiento de la ley, por la que atraviesa el trabajo femenino, la pandemia ha perfilado nuevas modalidades de trabajo como el smart working, el coworking y la gig economy, la movilidad internacional y ahí el trabajo femenino ha mostrado que tiene mucho que aportar dada la flexibilidad que posee, dado que sus habilidades han mostrado su capacidad de adaptación a nuevas circunstancias desde lo formal hasta lo informal. En esta nueva dimensión se ha mostrado que son formas de trabajar y estilos de gestión universalmente más femeninos que masculinos.
Esta visión de futuro nos empuja a repensar el profundo nivel de motivación profesional y el sentido de pertenencia, ahora vemos en México, o en cualquier parte del planeta, que lo que estamos enfrentando es un cambio de enfoque del simple puesto de trabajo para considerar nivel de contenido, ideas y relaciones, del papel que tenemos a lo que somos y lo que podemos hacer. Para beneficio de la mujer, sus formas de ver la vida son más flexibles, dado que desde siempre han tenido puestas muchas etiquetas que han sabido combinar, como ser responsables del hogar y del trabajo cotidiano en una oficina, en un laboratorio, en un hospital, o en la contienda política. A esta flexibilidad se suma una nueva forma de trabajo que no se centra en etiquetas, da alternativas a la oficina y permite a los individuos una amplia independencia organizativa.
Las mujeres se adelantaron al futuro supieron combinar varias etiquetas, valorando y mostrando lo que sabían hacer, todo esto sin darnos cuenta fue cambiando la estructura ocupacional en el mundo. Lo que no supimos valorar en su momento, pero que hoy se estructura como una nueva forma de predominio laboral femenino, donde en los hechos se ha ido dando mayor libertad y autonomía, con una nueva visión de conciencia y responsabilidad por parte de todos los actores.
Dentro de estas megatendencias la tecnología, la incertidumbre, la flexibilidad y la demografía demandan un nuevo pacto social entre empresas, gobierno y el mundo laboral, en donde se capture todo lo que ha estado sucediendo. Se requiere una readaptación de la forma como se han construido los acuerdos público-privados de forma que garanticemos la transformación del pacto laboral, que consideren el online, el smart working y el coworking. En la pandemia se pudo sacar con rapidez una legislación para el teletrabajo, la cual quedó superada por las nuevas formas del trabajo.
Esta transformación está en marcha, requerimos darnos el tiempo de reflexionar y asumir que es necesario un nuevo acuerdo social que se ajuste a la dinámica de las nuevas tecnologías que han transformado el espacio laboral y han abierto una nueva era, la del perfil femenino del mercado laboral.