El país ha transitado por un laberinto escabroso para lograr que una mujer fuera electa presidenta, debemos congratularnos, es un gran logro para la sociedad mexicana. Hemos roto el techo de cristal que se había impuesto en la política a las mujeres, la lucha ha sido difícil y llena de sinsabores, en el camino han quedado muchas, no debemos minimizar el paso trascendental que se ha dado, y lo que significa para la construcción de una nueva realidad para todos.
La elección en sí misma no resuelve, sino que plantea un escenario diferente, en donde los retos son enormes y el camino por el cual habrá que transitar, requiere de paso firme, de acuerdos para lograr consensos y de una voluntad popular que recupere el deseo de transformar al país en una economía del bienestar.
Las transiciones no son fáciles, se requiere mantener el paso y a la vez conjugar las estrategias para que el cambio se realice y evitar que la sociedad y la economía se entrampen en una operación monótona de ejercicio del poder, en donde se repitan una y otra vez los estándares presupuestales que conducen al mantenimiento de la operación del Estado en funciones tradicionales, que llevan por lo mismo a una operación conservadora que en vez de alentar el cambio, lo sujeta a las reglas presupuestales del seudo equilibrio fiscal. Seis años alcanza para poco, máxime si se busca acometer grandes tareas de transformación, se requiere mantener la brújula bien enfocada porque, de lo contrario, el canto de las sirenas puede llevar a que el barco de la economía mexicana pierda el rumbo.
Caminar en la reconstrucción de las instituciones requiere reorganizar a las fuerzas dispersas en torno al proceso de la transformación que se requiere, las agendas de las diferentes fuerzas políticas difieren entre sí y por lo mismo, hay que establecer agendas comunes que permitan la construcción o reconstrucción en su caso de instituciones que permitan alcanzar mínimos de bienestar. Esta tarea de reorganización será difícil porque es la construcción de una oposición que contribuya a la transformación, es decir, el final de la lucha no es el día de la elección, sino que es el inicio de una transformación que requiere de compromiso con el país y no solamente con los puestos públicos.
Se requiere un diálogo entre el equipo ganador y las fuerzas de oposición, con el fin de establecer agendas comunes. Una cuestión que es evidente en este proceso es el análisis de todos los datos nacionales, estatales y municipales para contar con un mapa político nacional y saber cómo las fuerzas responderán en el período de transición a las cuestiones críticas que se plantearon durante la elección. En esta perspectiva se tendrá que estar listos para empezar a debatir en el legislativo en el mes de septiembre, un mes antes de que tome posesión la nueva administración. Los tiempos apresurados requieren tener líneas claras, de lo contrario, se convierte en un proceso que puede debilitar al marco institucional existente y cerrar puertas para el diálogo político, en vez de ampliarlo.
En medio de estas definiciones, la economía enfrenta un embate especulativo que requiere ser manejado con prudencia, el tipo de cambio se ha depreciado, esto ha puesto en alerta a las autoridades mexicanas, la ratificación del secretario de Hacienda parece haber aminorado las pérdidas, en la perspectiva de que esto dará seguridad a los mercados de que la política no se alterará con la entrada del nuevo gobierno. En esta perspectiva, es necesario que en breve se realice una declaración sobre el presupuesto 2025 que reafirme la continuidad, al menos en el primer año de gobierno, de los programas no terminados por la actual administración.
El gran reto es cómo construir un escenario creíble para las reformas que se requieren en los diversos ámbitos de la administración pública, los mercados parecen estar inquietos al respecto. En esta perspectiva de apresuramiento de las reformas, puede poner al país en un esquema de fragilidad que podría desestabilizar a la economía y a la sociedad. En este sentido, los mercados servirán como un termómetro de las reformas que se vayan presentando, y en este sentido, es necesario recordar que los apresuramientos pueden llevar a esquemas de desestabilización no previstos. La señal ya se activó y puede profundizarse, en este sentido, una visión mesurada por parte de la administración puede garantizar una transición política sin sobresaltos, si se realizan cambios no consensuados en la transición podemos enfrentarnos a escenarios de inestabilidad económica que pueden limitar el margen de acción de la próxima administración.