Por Dr. José Antonio Esquivias Romero
Los retos que presenta el complejo momento que vivimos, y que conocemos ya como la “nueva normalidad” implican la necesidad de prepararnos para dirigir en este entorno, para lo cual tendremos que reinventarnos y considerar incluir en ello, el principio de subsidiariedad.
Atrás quedaron los tiempos en que los directores solamente mandaban. Para Carlos Llano, rector Fundador de la Universidad Panamericana y el IPADE, aquellos directores o líderes coercitivos ya no tienen cabida en entornos de negocios modernos, sino que deben dignificar, motivar, convencer y ser motores de la participación. Carlos Llano tenía muy claro que cualquier tipo de organización requería operación y gestión, pero el papel de la gestión era el de elevar el espíritu de los colaboradores. Para él, los líderes tienen la exigencia de permitir el desarrollo personal, evitando la intransigencia, de manera que nunca decaiga la moral y el entusiasmo.
Si trasladamos lo anterior a la gestión educativa esto cobra mayor relevancia, sobre todo cuando aplicamos el principio de subsidiariedad, ya que este contribuye a la mejora de los modelos educativos. Dirigir en el ámbito educativo bajo este principio ayuda a crecer el autodominio de los colaboradores. Cuando los colaboradores y docentes de centros educativos trabajan con libertad los modelos de educación mejoran. El objetivo del principio de la subsidiariedad es que el dominio sobre los colaboradores suscite a que ellos vivan mejor el autodominio. Carlos Llano propone como un indicador de la dirección verdaderamente eficaz el hecho de que el control que ejerce el directivo se va volviendo innecesario con el paso del tiempo.
Para templar el carácter del dirigido hace falta que el directivo también se forje para contener dicho carácter. Además, hay tres actividades que él propone para lograr este estilo de dirección en el ámbito educativo:
1. Diagnóstico: Consiste en conocer la situación en la que se encuentra la persona. La objetividad es clave en esta etapa donde se contemplan las situaciones externas e internas que rodean a los dirigidos. La humildad permite conseguir un juicio objetivo.
2. Decisión: Es necesario trazar una ruta que dé sentido a las acciones futuras. La virtud propia de esta actividad es la magnanimidad que se identifica con el afán de superación o logro.
3. Mando: Mandar a otros sujetos, pero también mandarme a mí mismo. Mandar sobre otros para que alcancen la meta prefijada requiere confianza en el equipo. La meta del director es ser obedecido de manera plena y libre, sin tener que recurrir a acciones coactivas ni manipuladoras.
Concluyendo, cuando un directivo trabaja con objetividad en el diagnóstico, magnanimidad en sus decisiones y deposita confianza en los demás, ayuda a que los colaboradores crezcan en autodominio y por ende se enriquece el modelo educativo donde desempeñan su labor de docente o administrativo. #OpinionCoparmex
Presidente Comisión Nacional de Educación de Coparmex y rector de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara