Colaborador Invitado

La confrontación con los medios, crónica de una batalla perdida

El poder político ha estado asociado a los medios y a los periodistas; caminan juntos. Son dos manos invisibles estrechadas en la oscuridad.

El cuarto poder es real. Los medios, en sus diferentes expresiones escritas y electrónicas, son los herederos, custodios y fedatarios de la libertad de expresión. Son un ejercicio de la libertad democrática consagrada en nuestra Constitución y un derecho universal. Cualquier amenaza contra ellos recibirá una condena generalizada.

El poder político ha estado asociado a los medios y a los periodistas; caminan juntos. Son dos manos invisibles estrechadas en la oscuridad. Ambos conocen su mutua utilidad y establecen una especie de asociación simbiótica de conveniencia compartida. Son cronistas y creadores de verdades a medias y de realidades inexistentes.

Napoleón, en todas sus campañas militares, se hacía acompañar de geógrafos, científicos, historiadores y, por supuesto, periodistas. Tenía sentido de trascendencia porque sabía que los medios son los que hacen gloriosas las victorias o las convierten en pírricas e inocuas. En otras palabras, escriben la historia.

Otros ejemplos. Hernán Cortés cuidó a sus escribanos y les brindaba atención y consideración. Bernal Díaz del Castillo es muestra de ello. Las Cartas de Relación del conquistador se convirtieron en la historia de la historia y en su exaltación. Los Kennedy manejaron y se asociaron magistralmente con los medios. Ellos y los empresarios, en parte, son los creadores de la leyenda del presidente y de su esposa Jacqueline. En la Alemania nazi, con Goebbels manejando la propaganda, se vio el fenómeno real del peso de los medios y la manipulación de las masas.

La importancia de los medios cobra mayor relevancia en momentos de cambios que afectan intereses y trastocan costumbres anquilosadas del poder. Este es el caso del actual gobierno. Sin embargo, el presidente López Obrador ha iniciado una cruzada en su contra. Constantemente denuncia ante la opinión pública a los periodistas que considera corruptos y mercenarios. Caso inédito y heterodoxo en la vieja costumbre del poder.

La confrontación raya en lo personal. Los calificativos han sido demoledores. La denuncia en contra de su hijo y la ‘casa gris’ tocó fibras muy sensibles de su ser. El pleito con Loret escaló a niveles internacionales, siendo poco favorable para el prestigio del presidente.

El mandatario cuenta con toda la información de los ingresos y propiedades de los periodistas y solicita al INAI estos datos sólo como un recurso publicitario. Es más, ya los hizo públicos en sus ‘mañaneras’: Loret, 35 millones al año y los otros, que mencionó ya por sus nombres tres veces más, una cifra superior a los 100 millones de pesos. Ya los exhibió públicamente e insiste en pedirles su autorización para compartir los datos a la audiencia. Les ha enseñado la espada de Damocles. Los periodistas en causa común y en su contra son disolventes corrosivos, serios opositores y agitadores sociales con gran capacidad de convencimiento popular.

El presidente López Obrador tiene muchos fierros en la lumbre. Es un guerrero en combate permanente. Ha abierto muchos frentes, ha declarado la guerra santa a todos los que considera contrarios a su movimiento de transformación. Son muchos y variados los adversarios con batería bélica pesada. Todos son de cuidado, pero, sin duda, la guerra con los empresarios de los medios y sus periodistas será la más difícil y peligrosa. Una crónica de una batalla perdida. El presidente dejará el poder y ellos escribirán su historia.

El problema es que a estas alturas ya no hay marcha atrás. La confrontación ha llegado al extremo de una denuncia abierta en contra de periodistas y medios. Se han roto elementales normas de cortesía política. Además, en espejo reflejo y en el inconsciente, de alguna manera, el presidente quiere castigar a esa prensa y empresarios golpistas que denostaron al apóstol de la democracia mexicana: el presidente Madero.

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