Las revoluciones no se concretan en un día o en un mes, la persecución de cambio debe ser diaria y sucesiva; organizada y decidida, y sobre todo congruente. Por eso, la lucha por la participación integral de las mujeres y las niñas en la sociedad no debe quedarse solo en la marcha y las consignas del martes 8M, sino que debe permanecer en nuestro actuar constante.
Cada quien habrá de decir si es parte de esta insurrección o si permanece impávido mientras el patriarcado cae. Porque tiene que caer, no solo por nosotras las que ya llevamos media vida atajando violencias, abusos o menosprecio, sino por las más pequeñas y sus futuros, pero sin olvidar que también son parte de este presente.
Por eso, el patriarcado debe caer y junto con él, el adultocentrismo, porque esta lucha es también de las niñas.
Deben caer, porque las niñas merecen escuelas en las que los aprendizajes estén libres de estereotipos de género, escuelas en las que se dé prioridad al desarrollo socioemocional para que se genere un ambiente libre de violencias, escuelas en las que se imparta educación sexual integral, con acento no solo en la prevención del embarazo poniendo a su cargo la abstinencia, sino involucrando también a los varones y brindando información para la adecuada toma de decisiones sobre sus relaciones y sus cuerpos.
Deben caer, porque las niñas merecen tener periodos menstruales dignos, acceso a toallas sanitarias, tampones, copas o los productos que necesiten para recoger su flujo, pero también infraestructura adecuada como baños con agua corriente, privacidad y correcta disposición de desechos, así como suficiente información sobre la menstruación para ellas, pero también para los chicos, para normalizar de una vez por todas el tema, y que ni los tabúes ni los periodos en sí mismos representen ningún obstáculo.
Deben caer, porque las niñas merecen permanecer en la escuela aprendiendo y no realizando por completo y sin equidad las labores de limpieza, de cuidado o del hogar. Merecen prepararse y formarse para la vida en lugar de casarse prematuramente.
Deben caer, porque las niñas merecen poder seguir siendo niñas, pero al mismo tiempo ir construyendo sus personalidades, sus deseos, sus preferencias y sus gustos sin ser sexualizadas, acosadas o violadas. Deben caer, porque las niñas merecen aceptar y amar sus cuerpos sin ideas preconcebidas e inalcanzables de cómo deben lucir mientras crecen o cuando se conviertan en adultas.
Deben caer, porque las niñas merecen vidas plenas en las que se tomen en cuenta sus deseos y sus sueños en lugar de ser vendidas o intercambiadas. Deben caer porque las niñas merecen poder jugar sin el peligro constante de desaparecer y ser encontradas muertas.
El patriarcado y el adultocentrismo deben caer y caerán porque nunca una rebelión tuvo tan noble causa como la de reconocer que las niñas son igual de válidas y que el mundo también les pertenece.
La autora Jeny Farías es directora de proyectos especiales en Mexicanos Primero.