“El graffiti, en parte, es único en cada país; en parte gitanea: va de pared en pared, con ligeras variantes”, afirma el escritor Patricio Falconí. En México, esas variantes reflejan nuestra diversidad, hay de todo tipo, desde garabatos hasta propuestas estéticas, aunque pocas se distinguen como obras de arte callejero, pues no es fácil tomar una lata de pintura en aerosol y tirar líneas, curvas y puntos que logren las formas y efectos deseados -inténtelo, le aseguro que al menos al principio, será un desastre-
Como artista del graffiti, además, hay que distinguirse, ser atractivo y admirable para propios y ajenos de la escena, pocos lo logran, Kubo es uno de ellos, “se comienza desde hacer firmas en las calles, en diferentes barrios”, explica que hay que ocupar el mayor número de superficies en la ciudad, “dependiendo qué tan grande es la cantidad de nombres por las calles, es el respeto que obtienes”. Otros elementos también se valoran: oportunidad, tiempo y riesgo al ejecutarlo, recordemos que está prohibido, “el graffiti es una carga de adrenalina, de velocidad, de destreza”.
Kubo emerge de las calles de la CDMX en los noventa, cuando el hip hop y su cultura se expanden comercial y globalmente, desde entonces su nombre -inspirado en el del artista Ice Cube- ocupa paredes, cortinas, patrullas y trenes, entre otros espacios y objetos; su arte es el de la escuela clásica del graffiti, la escritura, en la que destaca por estilo y técnica: “básicamente es letra legible”, cualquiera puede entenderlo, “a este tipo de letra se le llama throw-up en Estados Unidos, aquí en México se le conoce más como bomba, letra burbuja”.
Fondos, texturas y colores diversifican la identidad gráfica de Kubo que ha gitaneado por distintas ciudades del mundo y que puede apreciarse en Hechos reales. Lienzos al límite, venta-exposición en la galería de Casa Milán, que reúne archivo personal, registro fotográfico y obras realizadas para este espacio, pero derivadas de su trabajo en la urbe, “yo lo que busco es trasladar un poquito de lo que es la calle justamente a la galería”.
Kubo nos invita a reflexionar sobre la naturaleza misma del graffiti y entender su dualidad de anónimo y popular, sobre todo cuando usa elementos ocasionales como su frase la perra policía, “en el 95-96 tuve la mala suerte de que me agarró la policía y ese día me quitaron mis tenis, me quitaron una chamarra y posteriormente me pintaron con los aerosoles que traía, me pintaron todo, la cara, la cabeza y yo, obviamente, me quedé con mucho rencor. Es una frase que salió así como del alma”.
Hasta el 11 de junio se ofrece una de las pocas oportunidades de conocer a Kubo en un espacio cerrado y privado, pues en sus palabras, acorde con la vieja escuela, “el graffiti es algo que se inicia en las calles, se perfecciona en las calles y en su mayoría se mantiene ahí”.