Diego Gil, representante de Yara
No nos es ajeno escuchar, cada vez más, que el medioambiente sufre los estragos de la actividad humana y que es necesario que tanto las industrias como los individuos deben cambiar sus formas de vida para combatir el cambio climático que nos permita poder seguir desarrollándonos de manera adecuada.
Ejemplo de las consecuencias de este cambio son que el número y la duración de las sequías se ha incrementado un 29 por ciento desde el año 2000 y que para 2050 se espera que afecten a tres cuartas partes de la población mundial, según datos de la ONU. En este sentido, sectores como el agro, los cuales dependen totalmente del suelo para continuar, están cambiando sus prácticas para garantizar su cuidado y ser líderes en el combate al cambio climático, a través del uso de tecnología y ciencia de datos, que se consideran aspectos esenciales para revertir los impactos sobre los recursos naturales.
La degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas se encuentra entre las mayores amenazas para el desarrollo sostenible. Motivo por el cual cada 17 de junio se invita a abrir la conversación en el marco de la conmemoración del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía.
El alzar la voz sobre estas problemáticas permite crear conciencia sobre la importancia de los suelos y la necesidad de actuar ahora. Hoy existe 93 por ciento de probabilidades de que, al menos uno de los años entre 2022 y 2026, se convierta en el más cálido jamás registrado, según datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Estos cambios modifican los ciclos naturales de los ecosistemas y aumentan la frecuencia de eventos meteorológicos extremos que afectan, directamente, a la población. Se estima que unas 250 millones de personas en el mundo sufren los efectos de la desertificación y la sequía, según datos de la ONU.
Las dimensiones ambientales, económicas y sociales están interconectadas, por ello, la puesta en marcha de mecanismos ecológicos es un esfuerzo, en conjunto, para promover acciones a favor de la neutralidad climática.
¿Qué significa esto? La idea de que las emisiones netas de gases de efecto invernadero se equilibren y sean iguales, o menores, a las que se eliminan a través de la absorción natural del planeta. Significa que reduzcamos nuestras emisiones a través de acciones específicas incluyendo, en este compromiso, a empresas, gobiernos y sociedades, ya que sus actividades sobre el ambiente impactan en su desarrollo.
Por ejemplo, la erosión de los suelos y la falta de agua ponen en riesgo, entre otras cosas, la seguridad alimentaria de la población. Para cubrir esta necesidad esencial es vital que la producción agrícola haga cambios en sus métodos para reducir los efectos negativos y asegurar una mejor producción, nutrición, medioambiente y una vida mejor para todos, en acuerdo con el marco de referencia estratégico de la FAO.
En este sentido, la agricultura regenerativa es una propuesta innovadora en torno al sistema agroalimentario. Actualmente, existen prácticas de este tipo y de pastoreo que buscan optimizar los procesos de producción y, a la vez, procurar la salud del planeta. Por ejemplo, la agricultura de precisión es una estrategia de gestión que recoge, procesa y analiza datos temporales, espaciales e individuales y los combina para respaldar decisiones de manejo.
Desde nuestro compromiso con el ambiente y el sector agro estamos promoviendo prácticas sustentables que promueven técnicas como el fertirriego, aprovechando el flujo de agua en los sistemas para transportar los elementos nutritivos que necesita la planta, reduciendo 31 por ciento el consumo de agua por tonelada de cultivo.
También se ha implementado tecnología catalizadora que reduce, sustancialmente, las emisiones de N2O (óxido nitroso) en las plantas. Asimismo, se han hecho cambios en la composición de sus productos al reemplazar bases amoniacales por nitratos, disminuyendo 13 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero.
Un estudio del Instituto de Investigación de la Agricultura Orgánica (FiBL) llegó a la conclusión de que es posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por la agricultura en 15 por ciento y compensarlas en 45 por ciento.
A nivel mundial, los desafíos para la agricultura están relacionados con el aumento de la demanda de alimentos y energía, pero la agricultura regenerativa nos brinda una opción rentable y amigable para la formación de un futuro alimentario positivo para todos y todas.