Los principios y los intereses nacionales luchan entre sí en el mundo de la política, independientemente del país del que se trate. ¿Cuál de estos elementos tiene prioridad?, depende de las circunstancias del momento. “No tenemos amigos duraderos, ni enemigos duraderos, sólo intereses duraderos”, dijo el ex primer ministro británico Winston Churchill, para ejemplificar de mejor forma el precepto del pragmatismo político con el que se conduce la política exterior estadounidense.
Esto refleja la maleabilidad del juego de naciones. Es decir, la política es básicamente una lucha de intereses, dicen los analistas, ya que lo que se concilia, son los deseos, no los estados. Hay muchas teorías y estrategias al respecto, sobre las relaciones internacionales. Casi todas concluyen que el enfoque blando o séase, la diplomacia, es el más eficaz para promover los intereses políticos; además de que es necesario basarse en el realismo político y la cooperación, para promover los intereses de cada país utilizando el poder económico, científico, cultural y social para alcanzar los principales objetivos nacionales.
Como se sabe, el principal interés de todas las naciones es preservarse, por lo que la búsqueda de poder se ha convertido en una necesidad política, económica y social; la fuerza conduce al crecimiento y la prosperidad. Así, incluso los Estados amigos están en permanente competencia entre sí, y los aliados pueden verse como el enemigo oculto, si se pasan de la raya.
Este devenir histórico y principios de filosofía política son elementos que se han entendido de buena forma, a través del acuerdo para desbloquear la exportación de cereales de Ucrania, firmado en los días recientes en Estambul, el cual, entre otras cosas, ha permitido al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, insistir en que la vía diplomática es la mejor para detener el conflicto entre Rusia y Ucrania. Pero más allá de la mesa de negociación, el líder turco se apunta una victoria en el escenario internacional como mediador, ya que su imagen, pareciera ser la del perfecto conciliador, ecuánime e imparcial que la UE necesita en estos momentos para destrabar esta pugna. Tras la invasión rusa, el pasado mes de febrero, y mientras caían las bombas sobre ciudades ucranianas, Turquía se postuló como intermediario entre los dos actores: el amigo de Kiev y el socio comercial soviético.
Por todo esto, se podría pensar que el presidente Erdogan, está aprovechando la posición geopolítica estratégica que tiene Turquía, para erigirse como un facilitador del diálogo en el conflicto entre Rusia y Ucrania y al mismo tiempo, posicionarse como la única vía segura para el paso de materias primas hacia el mundo y la reconexión de los alimentos con los principales mercados internacionales.
Reactivar la actividad económica mundial en materia de semillas y sus derivados colocaría de manera decisiva a Turquía en la discusión por las nuevas rutas del comercio mundial, lo cual sería oxigeno puro, para un país que ha resentido enormemente los efectos de la ralentización de la economía en el planeta. Así como también, podría ubicarlo como el nuevo paso obligado para otra clase de productos como el petróleo sirio, que busca nuevas rutas para comercializarse en Asia.
El pacto permitirá a Ucrania reanudar su envío de granos desde el Mar Negro a los mercados mundiales, y a Rusia, la exportación de granos y fertilizantes. En esta lógica, Ucrania juega un papel crucial, ya que, es uno de los mayores exportadores mundiales de trigo, maíz y aceite de girasol, por lo que se pudiera prever que, con la reactivación del suministro de estos insumos, el precio de muchos productos y sus derivados, se estabilizarían gradualmente.
En resumen, Turquía es el gran ganador de esta serie de negociaciones, ya que no solo se muestra ante la opinión pública internacional, como un país generador de acuerdos y convenios por la paz, sino que, en suma, logra posicionar su ventaja geográfica en la región, como un paso seguro para la comercialización de todos los productos producidos en Rusia y Ucrania orientados hacia toda Europa y Asia. Debe preverse que esta recuperación, le dará una mejor proyección interna al presidente Erdogan en su país, a quién le urge cambiar el fujo de la opinión pública dentro de su territorio, así como también la visión de antidemocrática que se tiene de su gobierno en occidente. Pero al margen de estos elementos, el gobierno turco avanza y parece que quiere consolidarse como el nuevo mercado libre de Rotterdam, habrá que esperar su desenvolvimiento.
El mejor equilibrista es aquél que logra descifrar los tiempos para producir un movimiento, ya sea hacia adelante o solamente de resistencia.