Un mundo incierto, convulsionado, en efervescencia e inseguro. Siempre en conflicto. Los humanos no hemos sabido conservarlo en paz y utilizar sus recursos en beneficio de los habitantes del planeta. A pesar del impresionante avance de la ciencia y la tecnología, la creciente desigualdad, la indigencia y la pobreza son el resultado vergonzante de la incapacidad de los gobernantes.
La capacidad depredadora de los humanos ha sido eficaz, sostenida y consistente. Somos responsables del severo deterioro del medio ambiente y del calentamiento global que amenaza nuestra existencia. Sin duda, es responsabilidad ineludible de los gobernantes, principalmente los de las potencias económicas y políticas. En lugar de confrontaciones y pleitos que cercenan la existencia, se necesita unidad y trabajo conjunto para sanear el ambiente y garantizar la vida. Urgen acciones de gobierno y políticas públicas salvadoras.
La autodestrucción humana ha estado presente en momentos estelares de la humanidad. La barbarie ha escalado extremos inimaginables. La Primera y la Segunda Guerra Mundial y el holocausto nazi son reveladores de la ignominia y la brutalidad humana.
Las instituciones creadas en la posguerra, entre otras, la ONU y el Banco Mundial, están desgastadas al igual que el modelo de desarrollo. Los años transcurridos, el crecimiento demográfico, el desgaste social, la parálisis económica, la pandemia, la inseguridad, la migración masiva descontrolada y la falta de respuesta para resolver estos problemas están colapsando los equilibrios políticos y la paz mundial.
El reparto del mundo por las potencias ganadoras de la guerra ha asumido diferentes formas y modalidades. Entre las más importantes, la confrontación soterrada por las ideologías capitalista y comunista, y su instrumento: la Guerra Fría. Después de la caída del muro de Berlín, la globalización de la economía, propiciando la disputa y la guerra comercial.
La presencia de China como gran potencia económica, militar y política cambió el tradicional equilibrio mundial. Estamos viviendo una nueva y desconocida realidad. Un auténtico reacomodo de los factores del poder. La guerra rusa contra Ucrania se suma como otro factor discordante de la estabilidad y la paz.
El reciente y peligroso incidente registrado entre Estados Unidos y China por la visita de la Sra. Pelosi a Taiwán marca el inicio de la nueva guerra fría y el recrudecimiento de la guerra comercial, que tendrá repercusiones graves para la economía de todas las naciones. La paz está en peligro y no es una exageración, los nervios de la beligerancia están a punto de estallar. Es momento de anteponer prudencia y sensatez política.
La ONU debe convocar a las potencias beligerantes a una reunión cumbre para reflexionar sobre esta delicada situación y concretar acuerdos y compromisos para tranquilizar los ánimos y así, frenar las ambiciones hegemónicas.
Es un asunto muy delicado: o frenamos la barbarie o estará en riesgo nuestro destino de tranquilidad y bienestar. La nueva guerra fría está en marcha y está caliente. Si no se establecen normas y marcos reguladores que todos respeten, la lucha comercial será un verdadero aquelarre económico que perjudicará a todas las economías. Más sufrimiento para la gente.
México debe levantar la voz ante la ONU y proponer esta reunión cumbre para frenar los vientos de guerra que flotan en el mundo.