Colaborador Invitado

El nacionalismo revolucionario, época de estabilidad política y crecimiento económico

Con el Gral. Cárdenas se inaugura el presidencialismo mexicano. Una época de gobernantes fuertes, consolidación del partido único y del nacionalismo revolucionario.

Con el Gral. Cárdenas se inaugura el presidencialismo mexicano. Una época de gobernantes fuertes, consolidación del partido único y del nacionalismo revolucionario. Es de justicia reconocer que fueron décadas de paz, estabilidad política y crecimiento económico.

En efecto. En nuestro país se pone en práctica una modalidad única en el ejercicio de gobernar. Al titular del Ejecutivo todo el poder, pero sólo por seis años y con la facultad metaconstitucional de designar al candidato del PRI, seguro presidente de la República, y después al olvido y al mundo de la expiación política.

Se inauguró el tiempo del péndulo político y del tapado, una particularidad inédita y poderoso distractor político. El péndulo refrescaba la forma de gobernar y producía ante la opinión pública el efecto de un cambio que evitaba el cansancio y la rutina del más de lo mismo. Todos los mandatarios eran diferentes, con personalidades distintas. Al simpático y carismático le sucedía el adusto y de poca empatía; al gastador, el austero y ahorrador. Un instinto de sabiduría política que permitió, en el ejercicio del poder, adaptarse a las exigencias de la gente.

Por su parte, el tapado fue otro hallazgo de la brujería política de la época. El pueblo se divertía con el juego de las adivinanzas y el ejercicio del malabar para atinarle al candidato del PRI a la Presidencia. En tanto, el hacedor del milagro trataba de ocultar por todos los medios su decisión para ser él y sólo él al que se le debiera el favor y, de esta manera, quitarle compromisos al ungido.

Así transitamos varias décadas. México era ejemplo de estabilidad política frente a las convulsiones y golpes de Estado en Sudamérica. Gobiernos fuertes, interventores en la economía, constructores de sistemas de riego, de presas generadoras de energía eléctrica, de carreteras, impulsores de la industrialización interna a través de la política de sustitución de importaciones, defensores a ultranza de la soberanía nacional.

Forjadores de instituciones que transformaron al país: la Secretaría de Educación Pública, el Instituto Politécnico Nacional, Pemex, CFE, Nacional Financiera, Banco de México, IMSS, Fertimex, Dina Nacional, Ferrocarriles Nacionales, Teléfonos de México, IMCE, Infonavit, Conasupo, Diconsa, Altos Hornos de México, entre las más importantes.

Acciones de esos gobiernos de trascendencia histórica: la expropiación del petróleo, la reforma agraria, la nacionalización de la industria eléctrica, el plan de 11 años de educación, los libros de texto gratuitos, los desarrollos turísticos como Cancún, Los Cabos, Acapulco, las construcciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, refinerías y la Ciudad Universitaria, entre otros.

Esta es una realidad concreta e inocultable. En consecuencia, no podemos calificar el mundo de entonces como sombrío y fallido. Las generalizaciones adolecen de objetividad y escapan al rigor de la realidad histórica. Como en todo proceso social y político hubo de todo. Claros y oscuros, días luminosos y noches sombrías. Momentos aciagos y celebraciones venturosas. La lucha colectiva es nuestra fortaleza y nuestro destino. Lo logrado por los mexicanos es muy importante, seríamos injustos con nosotros mismos al no reconocer nuestro trabajo y no estar orgullosos de nuestros éxitos como país soberano y respetable en el concierto de naciones.

La política necesita una visión de gobierno de largo alcance. El ejercicio inútil de querer inventar cada seis años nuestro país es un síndrome de frustración e inseguridad. Echar a la hoguera las construcciones sexenales es un lamentable y costoso suicido político, además de un dramático despilfarro de recursos. Pero lo más delicado es que lastimamos el alma, la fe y la confianza del pueblo convirtiéndolo en rehén de sus inseguridades y miedos del pasado.

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