La sucesión presidencial está en marcha. Es irreversible. En todas partes, en los grupos sociales, es motivo de comentarios y conjeturas. Se discute, se analiza y en ocasiones, en forma acalorada, se toma partido y se construyen fórmulas y escenarios políticos.
Ya no es tema si está adelantada o no, es un hecho y está en proceso. Es parte del juego democrático y producto del reacomodo de las fuerzas políticas del país. La realidad se impone, y los actores políticos y aspirantes a la silla presidencial están poniendo en juego sus mejores armas para lograr la candidatura.
La fuerza de Morena es la fuerza del presidente. El partido en el poder tiene la ventaja de ser gobierno, con todo lo que esto representa. A la gente le atraen la lotería política, el misterio de las adivinanzas y también los beneficios que pueda obtener. De esta forma, la percepción social se convierte en ventaja adicional y complementaria.
El presidente, como líder único e indiscutible de Morena, ya definió tres prospectos que están haciendo su trabajo de proselitismo político: Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard. En los hechos dejaron fuera a Monreal. El método de selección, propuesto por el gran elector, serán las encuestas. Aflora la suspicacia sobre la legitimidad del proceso y se inclinan por pensar que López Obrador será el factor determinante en la selección del candidato. A pesar de que las encuestas nacionales, hasta ahora, registran como punteros a la jefa de gobierno de la CDMX y al secretario de Relaciones Exteriores, el pueblo sabio especula que el bueno para el paraíso terrenal será su paisano tabasqueño, Adán Augusto López Hernández.
En el mar de especulaciones políticas también se considera que Marcelo emprenderá el vuelo hacia la oposición, pero la realidad está alejando esa posibilidad y su condición oficial lo limita a expresar un discurso que estimule y convenza a los electores. El factor Monreal, por otra parte, le ha dado un giro a las actuales circunstancias y con los últimos acontecimientos en el Senado ha cruzado el Rubicón político mexicano.
La posición opositora de Ricardo Monreal se ha fortalecido. Las circunstancias lo han orillado a jugar un papel disidente y a presentarse como víctima de una acción autoritaria. Ha sabido manejar sus tiempos, ha esquivado a su favor los golpes y construido un discurso y narrativa de conciliación y unidad nacional atractivos para la población opositora. La defensa de la legalidad constitucional le dará mayor presencia y realce políticos.
No es un adversario menor. Es un político de experiencia y trayectoria, varias veces diputado o senador y fue gobernador de su estado. Conocedor de la política mexicana, ha transitado por varios partidos políticos y en ocasiones luchando contra corriente. Fuimos compañeros diputados de la 57 legislatura, presencié su lucha por ser candidato del PRI para Zacatecas y, al no lograrlo, ganó la gubernatura con el PRD.
Los últimos acontecimientos en el Senado, con motivo de la elección de su nuevo presidente, son materia de análisis político. El factor Monreal demostró fuerza y rebeldía en este recinto legislativo. La tramoya bien montada y buen manejo del juego de las cartas políticas. En días anteriores corrían rumores y se adelantaban vísperas: reelección de la presidenta Olga Sánchez Cordero o asunción de los senadores Higinio Martínez, Gabriel García o José Narro, cercanos al presidente y a los prospectos presidenciales.
¡Oh, sorpresa! No fue así. Surgió el grupo de contención, integrado por todos los coordinadores de las fracciones parlamentarias de oposición, apoyando a Ricardo Monreal y obligando a una votación interna en Morena a favor del senador Armenta, amigo y gente del grupo de Ricardo. Además, y por si fuera poco, todas las y los senadores de oposición lanzaron la candidatura de Monreal, quien estuvo a unos cuantos votos de ganar.
Moraleja: Monreal fortaleció su liderazgo y se abre la posibilidad de que las y los senadores lo consideren como un posible prospecto a candidato para la Presidencia de la República. El factor Monreal es una nueva realidad política.