La destitución de Pedro Castillo tiene varias lecturas que deberían ser aprendidas en otros países, especialmente donde los gobernantes siguen sin rubor los pasos que finalmente han llevado a la cárcel al presidente de Perú.
La más importante es la existencia de la figura constitucional de la permanente incapacidad moral por la que se produjo la vacancia; para los peruanos, contiene todos los deberes a los que deben apegarse sus gobernantes. El expresidente Castillo se apartó de ellos, al decretar la disolución del Congreso, instaurar un gobierno de emergencia nacional y establecer toque de queda. Incurrió en los delitos de sedición, abuso de autoridad y grave perturbación de la tranquilidad pública.
La moral es la forma como actuamos todos y a quienes más obliga a hacerlo mejor, es a quienes gobiernan; por su carácter didáctico, permite y debe enseñar los modales que den a una sociedad la ocasión de convivir en paz, armonía, concordia, solidaridad y honradez.
Moral y ética, indisolubles como teoría y práctica, son el fundamento de la política. Sólo su rígida observancia permite la realización del más grande fin que se propone: el bien común, que buscan únicamente los verdaderos estadistas.
Para los peruanos, la aplicación de la incapacidad moral a quien fuera su presidente, fue una catarsis; es decir, una especie de saneamiento de la vida pública, que en Perú se había enrarecido por los delitos que se le imputan a Castillo.
En su captura, cabe subrayar, se vio claramente la moral y la honestidad de su propia escolta que, cumpliendo con sus obligaciones, le impidió buscar refugio en varias embajadas, incluida la de México. También fue notoria la presencia de ciudadanos que se apostaron a las afueras de la sede diplomática para evitar que se protegiera.
Perú ha vivido años en crisis políticas, constitucionales y sociales en medio del auge económico de casi dos décadas, pero en el recurso de la incapacidad moral que puede aplicarse al titular del Poder Ejecutivo cuando le falla a la sociedad por falta o por exceso, tiene una salvaguarda extraordinaria.
En ese sentido, es claro que los peruanos no están dispuestos a dejar pasar actos indebidos, sobre todo el de corrupción, por lo que ha habido expresidentes procesados o en prisión (Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski, Martín Vizcarra, Manuel Merino, y ahora Pedro Castillo) y hasta suicidios, como el de Alan García, por sus vínculos con Odebrecht.
La incapacidad moral que se puede esgrimir contra cualquier presidente de Perú que falte a su deber, es muy similar al voto de censura que se puede emitir contra los gobernantes en los países con regímenes parlamentarios. Con su ejercicio, se les destituye y hasta se los puede llevar a juicio.
La de echar del poder a quienes llegan a él con la promesa de servir a la gente y no hacen más que servirse de ella y de los recursos públicos, es una oportunidad que deberían procurarse otras sociedades por cualquier medio. Sería un freno a los atracos de los que, invariablemente, son víctimas.
Perú es un gran ejemplo de cómo la fortaleza de las instituciones y la aplicación irrestricta de la ley, se imponen al apetito y a la ambición desmedidos de poder y dinero ante los cuales la clase política sucumbe fácil y constantemente.
Sotto Voce.– El proceso de la sucesión presidencial podría dar un vuelco con la proposición y disposición a debatir, de Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, y el respaldo de Andrés Manuel López Obrador para que se realice esa modalidad de competencia… ¿Se confirmará la versión de que MC se unirá a la coalición PRI-PAN-PRD con Alejandra del Moral como candidata a la gubernatura del Estado de México?