Colaborador Invitado

Profesionalizar la asesoría financiera

El valor de un asesor radica en su capacidad de traducir nuestras metas personales en un plan financiero y acompañarnos en su consecución.

Luis Felipe Madrigal, director de soluciones para asesores en GBM

Acudir a un especialista es un espacio común en distintos ámbitos de nuestras vidas. Sin embargo, en México no estamos acostumbrados a buscar uno cuando pensamos en nuestro bienestar financiero. El rol del asesor financiero aún no está posicionado como el vehículo para lograr nuestros objetivos personales a partir de la gestión de nuestro patrimonio. Vamos al psicólogo, al nutriólogo o al mecánico, pero rara vez pensamos en acudir a un asesor de inversión. Decisiones subóptimas en la forma de invertir tienen un costo material no percibido por muchos y que, a lo largo del tiempo, impactan nuestra capacidad, por ejemplo, de pagar la universidad de nuestros hijos o tener el estilo de vida que anhelamos en nuestro retiro. Contar con el acompañamiento de un experto puede transformar nuestra perspectiva de lo que podemos lograr.

El valor de un asesor radica en su capacidad de traducir nuestras metas personales en un plan financiero y acompañarnos en su consecución. Esto no es un reto menor. Un asesor nos ayuda a entender las distintas opciones de inversión y seleccionar las que mejor sentido hacen conforme a nuestro perfil como inversionista y cada uno de nuestros objetivos, por ejemplo, contar con un fondo de emergencia adecuado, el nivel de aportaciones a realizar en un plan personal de retiro o generar un plan de sucesión.

Por la naturaleza de las inversiones, el desempeño puede variar con respecto a las expectativas con las que se construyó un plan. El asesor rinde cuentas sobre el desempeño y nos ayuda a entender las desviaciones, positivas o negativas, para hacer los ajustes necesarios a nuestro portafolio. Lo mismo hace con cambios en situaciones personales e imprevistos que puedan surgir en el camino. Nuestra relación con el dinero es algo personal y no está exenta de emociones o sesgos. En un año como 2022, donde muchos portafolios vieron números rojos, un asesor sirve para evitar tomar decisiones apresuradas o erróneas en detrimento de alcanzar nuestros objetivos.

Esto suena bien, ¿no? Entonces, ¿por qué no recurrimos más a esta figura?

Del otro lado enfrentamos un problema de oferta de asesoría. Aún no contamos con suficientes profesionales que hagan de la asesoría financiera su vocación. En todo México existen menos de ocho mil personas con una certificación para asesorar en inversiones (Figura 3 AMIB), no todos ellos activos en proveer asesoría y varios enfocados más en la promoción de productos específicos que en generar soluciones de planeación financiera. Esto no es suficiente para los más de 35 millones de hogares en el país. La cifra palidece en comparación con los más de 21 mil 500 profesionales que se espera se incorporen por año a esta profesión en Estados Unidos de aquí al 2030 según el Bureau of Labor Statistics (BLS), o los más de 17 mil asesores independientes que existen en Brasil. De ese tamaño es la brecha de asesoría que necesitamos resolver.

Lograr mayor participación en las inversiones, con el círculo virtuoso que representa para la economía, implica no solo democratizar el acceso sino ampliar la capacidad de asesoría, donde tanto el desarrollo de la profesión como la tecnología juegan un rol crucial. El camino para lograrlo requiere de tres condiciones: contar con plataformas habilitadas por instituciones financieras para el desarrollo de la función del asesor, desarrollar carreras y opciones de emprendimiento con una perspectiva de la asesoría como servicio profesional y adecuar el marco regulatorio para eliminar barreras y facilitar una asesoría con perspectiva integral de todas las necesidades financieras de una persona u hogar.

No todos tenemos el tiempo, el conocimiento o el afán para tomar decisiones de inversión en un entorno cambiante. Esto no nos debería excluir de una buena gestión del patrimonio que generamos con nuestro esfuerzo diario. Si bien podemos confiar en un familiar o un amigo, o recurrir a reglas de dedo heredadas, las mayores posibilidades de tener éxito en alcanzar nuestros objetivos son recurriendo a un experto.

Por todo esto, hace sentido invertir en el desarrollo de esta profesión en México. Estamos convencidos que esta es la ruta y consistentemente buscamos expandir nuestras capacidades de ofrecer asesoría financiera, anclada en la amplitud de soluciones de inversión, tecnología para desarrollar la asesoría como servicio y que llegue a cada vez más hogares, así como educación.

El reto como inversionistas es encontrar un asesor en quien podamos confiar. En el mediano plazo, el diferencial puede ser significativo, del orden de 1.5 veces o múltiplos más. Imaginemos lo que podríamos lograr con eso.

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