Jean-Pierre Asvazadourian, Embajador de Francia en México
La arquitectura financiera internacional de Bretton Woods ya no está adaptada a las crecientes desigualdades ni a los desafíos medioambientales y de salud pública que han marcado el siglo XXI.
Sin embargo, la solidaridad internacional es más esencial que nunca en un contexto de crisis que se multiplica y que fragiliza aún más a los países más vulnerables. Para permitirles hacer frente a las consecuencias que la agresión rusa en Ucrania ha generado con respecto a su seguridad alimentaria y energética, y para financiar el costo de la transición climática y de las consecuencias de los fenómenos climáticos extremos, se impone la necesidad de un cambio de escala. En un contexto de insuficiente movilización de recursos para el desarrollo y la protección de los bienes públicos mundiales, y ante el riesgo de fragmentación geopolítica, necesitamos más que nunca un multilateralismo eficaz y una cooperación fortalecida.
Al igual que Francia y México, numerosos países del G7 y del G20, así como diversas organizaciones y asociaciones, comparten esta constatación y desean compartir la misma convicción: actuar rápidamente y de manera colectiva para corregir los desequilibrios y las injusticias. Son necesarios un cambio de paradigma y un financiamiento de impacto para hacer surgir un sistema financiero internacional más reactivo, más justo y más solidario, que sea capaz de luchar contra las desigualdades, financiar la transición climática y proteger la biodiversidad, y acercarnos al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas. En México, la Agencia Francesa de Desarrollo moviliza importantes compromisos financieros en todos estos temas.
La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global, que se celebrará en París los días 22 y 23 de junio, tiene como ambición hacer surgir un sistema financiero internacional más reactivo, más justo y más solidario. Esta Cumbre pretende ser inclusiva: todos los países podrán expresar sus puntos de vista. Esta se inscribe además una dinámica positiva: la Cumbre UE-CELAC (Bruselas, 17 y 18 de julio); la reforma del Banco Mundial; las presidencias india y luego brasileña del G20; la revisión de los ODS, así como los compromisos asumidos durante la Conferencia de las Partes (COP) en el Convenio sobre el clima y la biodiversidad son todos ejemplos esperanzadores para dar continuidad a este impulso. Ya se han puesto en marcha soluciones tangibles: el Club de París y el G20 han lanzado una iniciativa de tratamiento de la deuda, y Francia está desempeñando un papel fundamental en la implementación de soluciones coordinadas dentro de este “Marco Común”. Hemos conseguido movilizar 100 mil millones de dólares de derechos especiales de giro del FMI para beneficio de los países más vulnerables. Varios bancos multilaterales de desarrollo ya están respondiendo a las peticiones del G20, promoviendo un aumento de su capacidad de préstamo.
Hoy, es necesario ir más allá, inspirándonos, por ejemplo, de la Iniciativa de Bridgetown, un conjunto de soluciones innovadoras lideradas por Barbados, para hacer frente a la vulnerabilidad climática que afecta a muchos países en desarrollo y de medianos ingresos, especialmente en Centroamérica y el Caribe.
La Cumbre establecerá un programa de reformas a los bancos de desarrollo y el FMI para mejorar el financiamiento de los países más vulnerables, así como las respuestas colectivas a los desafíos mundiales. Esto significará movilizar el financiamiento privado a través de mecanismos de garantía y de riesgo compartido para reorientar los flujos financieros hacia estos países, con el fin de apoyar al sector privado local y a las infraestructuras sostenibles. Esto requerirá financiamientos públicos y privados novedosos e innovadores. Para ser más inclusivos, también debemos dar mayor voz a los países vulnerables en los foros internacionales.
La Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Global pondrá en primer plano las cuestiones financieras internacionales y dará el impulso requerido para obtener las transformaciones que se imponen.
No tenemos que elegir entre la lucha contra la pobreza, por un lado, y la lucha contra el calentamiento global, sus consecuencias y la protección de la biodiversidad, por el otro. La única respuesta es una transición justa, equitativa y solidaria.