Colaborador Invitado

¿Qué viene para la economía mexicana?

El gran reto será construir las condiciones para que todas las regiones puedan aprovechar las oportunidades de inversión que surgirán en el futuro próximo.

Marcos Daniel Arias Novelo, Analista Económico de Monex

Nos adentramos en la segunda mitad del año y hay buenas noticias. Contrario a las preocupaciones que abundaban hace unos meses, la economía global ha dado destellos de solidez y, aunque sigue habiendo riesgos en el horizonte, el escenario de que una nueva recesión ocurra pronto ha perdido impulso. La reapertura de la economía china, las bases de ahorro en las economías avanzadas y la ausencia de incidentes mayores como los que abundaron en 2022 han favorecido esta inercia.

Incluso, los pronósticos de crecimiento del Fondo Monetario Internacional mejoraron respecto a lo que se preveía, pues para todo el mundo se augura un avance de 3.0 por ciento en vez del estimado anterior de 2.8 por ciento y algunos países como Estados Unidos, tuvieron una revisión más significativa al pasar de un pronóstico de 1.6 a uno de 1.8 por ciento.

México ha tenido un desempeño acorde a las condiciones globales, pero con una narrativa de optimismo más acentuada en función de los anuncios de inversión vinculados al fenómeno del nearshoring y del fortalecimiento de la demanda interna.

Las cifras económicas entre enero y junio han sido de las más destacadas en los últimos cinco años y proyectan una base generosa para el cálculo de crecimiento de todo 2023. De hecho, la semana pasada el INEGI publicó los resultados de su Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE) para junio y llama la atención que el promedio de las tasas de crecimiento mensuales de todo el primer semestre de 2023 asciende a 0.34 por ciento.

De manera anualizada, esta cifra equivaldría a un crecimiento total de 4.2 por ciento en 2023, lo que deja de manifiesto el inusual impulso del que goza nuestra economía, sobre todo si tomamos como referencia que el incremento promedio del PIB en las últimas 2 décadas es de 2.1 por ciento.

Por ello, aunque en los próximos meses se experimente una desaceleración marcada en el entorno externo, es muy probable que el crecimiento total del año supere el 3.0 por ciento y, si consideramos que los beneficios asociados al nearshoring aún están por materializarse, el panorama hacia delante luce prometedor, especialmente si se consiguen avances sustanciales en la consolidación del Estado de derecho, la oferta de infraestructura y las condiciones de seguridad, entre otras.

Pero además de riesgos y oportunidades también hay retos y uno de los más grandes de todos está muy arraigado en nuestra historia de desarrollo.

Si hay una palabra que describe con precisión la realidad económica de México, esta no puede ser otra que contrastes. Incluso antes del nearshoring México ha sido un país lo suficientemente próspero como para albergar durante tres años consecutivos a la mayor fortuna del mundo, pero al mismo tiempo es una nación en la que casi el 45 por ciento de la población padece alguna forma de pobreza.

Un país en el que la mayoría de las escuelas no están equipadas con las instalaciones deportivas adecuadas para los estudiantes, que están acostumbrados a jugar futbol con latas de refresco en terrenos baldíos que se convierten en estadios improvisados, pero también un país en el que el mejor deportista del momento compite en los primeros lugares de la prestigiosa Fórmula 1.

En fin, un país con 32 muy ricas entidades federativas, pero en el que solo cinco de ellas producen 45 por ciento del Producto Interno Bruto.

Así que, aunque los vientos soplan en nuestro favor en este 2023, el gran reto será construir las condiciones para que todas las regiones puedan aprovechar las oportunidades de inversión que surgirán en el futuro próximo.

La industrialización que implica el reacomodo de las cadenas globales de valor es clave para la convergencia de las economías más rezagadas. Esto ha probado ser cierto en cada una de las tres olas de la globalización por las que ha transcurrido el mundo y será todavía más relevante en el contexto de las grandes transformaciones que acompañan a la inteligencia artificial, la electrificación de la movilidad y demás tecnologías.

Para que el nearshoring sea una victoria económica redonda tendrá que echar raíces a lo largo y ancho de nuestro querido México, especialmente en los estados del Sur Sureste, que hoy enfrentan una carrera contra reloj para construir escenarios atractivos de inversión y no dejar pasar el sofisticado tren de desarrollo que está a punto de arrancar.

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