Rodrigo Mariscal, Economista en Jefe de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
El Plan Económico 2024 proporciona certidumbre al ser reflejo de la prudencia y responsabilidad fiscal que ha distinguido a esta administración. Este Plan está diseñado con una visión estratégica: impulsar proyectos clave que establecerán una base sólida para el crecimiento en las próximas décadas. Gracias a una gestión financiera responsable durante estos cinco años, contamos con el margen necesario para realizar estas inversiones sin comprometer la estabilidad fiscal.
El déficit estimado para 2024 no compromete la solidez fiscal de México en el largo plazo. Este déficit está orientado a finalizar los proyectos de esta administración, garantizando así que el siguiente gobierno inicie sin compromisos financieros pendientes.
Estos compromisos, que representan un gasto adicional cercano al 1.0 por ciento del PIB están destinados a proyectos que fortalecerán la capacidad productiva de México en las próximas décadas, generando ahorros en áreas como el transporte y reduciendo nuestra vulnerabilidad a shocks externos en los precios de los energéticos.
Cuando estos proyectos concluyan, y tomando en cuenta el crecimiento económico proyectado para los años venideros, el déficit podrá reajustarse a un nivel moderado. Estos proyectos, al entrar en operación, impulsarán el desarrollo económico y social del país, beneficiando a todos los sectores, incluido el gobierno, que contará con más ingresos.
Es fundamental destacar que la próxima administración heredará una economía robusta y finanzas públicas sanas. Esto le permitirá iniciar con pies firmes y sin sobresaltos fiscales. De igual manera, las proyecciones de endeudamiento, al término de este mandato, nos colocan en una posición ventajosa en comparación con otros países de América Latina.
El control sobre el nivel de deuda ha sido una constante en la política fiscal de esta administración. Como ejemplo, de 2007 a 2018, la deuda pública creció 16 puntos porcentuales, elevándose del 27.5 por ciento al 43.6 por ciento del PIB. Esta variación se reflejó en los ingresos, pasando de representar 1.3 veces a 2.1 veces. En contraste, desde 2018 y según las proyecciones para 2024, se anticipa un aumento de la deuda de solo 5.2 puntos porcentuales. En términos de ingresos presupuestarios, este aumento será de apenas 0.2 puntos, posicionándose en 2.3 veces. Estas cifras nos mantienen por debajo del límite autoestablecido del 50 por ciento del PIB y, en cuanto a ingresos, también por debajo del umbral de 3 veces, considerado como crítico.
Asimismo, la economía mexicana ha demostrado su capacidad de crecimiento, una realidad que no ha pasado desapercibida para las calificadoras, que nos han otorgado una calificación crediticia estable. La evidencia está en las cifras: nuestro PIB ha crecido por encima del promedio histórico por 8 trimestres consecutivos, mientras que el consumo privado y la inversión lo han hecho por 11 trimestres. En el último año, se generaron casi dos millones de empleos, y hemos alcanzado una tasa de desempleo con mínimos históricos.
Actualmente, la inflación mantiene una tendencia a la baja. Esto se atribuye a la disminución de los precios de los energéticos, la apreciación del tipo de cambio y las medidas monetarias adoptadas para anclar las expectativas. A pesar de ello, enfrentamos presiones externas debido al aumento de los precios internacionales de los alimentos. Internamente, la inflación está influenciada por la recuperación de servicios que fueron afectados por la pandemia y el “nearshoring”, que ha impulsado la demanda de transporte y mano de obra en el sector manufacturero.
Sugerir que la estrategia fiscal podría desencadenar un aumento en la inflación sería, en mi opinión, una exageración. Es esencial entender que el incremento en el gasto se reflejará principalmente en los índices de precios al productor y en los precios del sector secundario ligados a actividades domésticas. Según datos recientes, estos indicadores presentan un decrecimiento o se mantienen cerca del punto de equilibrio. Además, la capacidad de la manufactura doméstica opera al 74 por ciento, por debajo de su máximo histórico.
Durante esta administración, México ha superado desafíos que amenazaban su estabilidad económica y finanzas públicas. A pesar de ello, hemos emergido fortalecidos, gracias a un sistema financiero robusto, una inflación controlada y un banco central autónomo. Este marco estable ha dado lugar a un mercado cambiario, de deuda y de capitales en óptimas condiciones, donde los precios de los activos reflejan la solidez económica a largo plazo del país.
En estos cinco años, he observado el escepticismo de analistas, organismos internacionales y agencias calificadoras. Aunque hubo excepciones, la generalidad ha subvalorado el potencial de crecimiento de México y la capacidad del Gobierno para gestionar la deuda y respaldar a Pemex.
El legado económico y fiscal que esta administración dejará no debe ser motivo de preocupación, sino, por el contrario, una evidencia de nuestro compromiso con un futuro próspero y sostenible para México.