Estamos en plena campaña electoral. Las propuestas de las candidatas a la Presidencia de la República afloran con el vigor y lozanía de las flores de primavera, múltiples, variadas y de gran colorido. Producción espontánea y generosa.
Es la tómbola de las ofertas y las reivindicaciones. El mea culpa de las ausencias dolorosas. La disputa por el poder. Dos visiones de país, dos ideologías encontradas y disímbolas. Un futuro incierto, diferente y contrapuesto. La Dra. Sheinbaum oferta la consolidación del proceso de transformación de la 4T y la Ing. Xóchitl Gálvez, en contra del continuismo, da la bienvenida al regreso del modernismo globalizador.
El próximo 2 de junio se definirá el destino del siguiente sexenio. El rumbo lo marcarán las y los ciudadanos en las urnas electorales. Este proceso electoral es muy importante para México. Serán tiempos de cambios y de oportunidades. Estaremos ante el umbral de situaciones inéditas para escalar niveles superiores de crecimiento y desarrollo económico. La coyuntura es única, irrepetible.
La guerra comercial Estados Unidos-China ha abierto las compuertas de las inversiones en México. La geopolítica nos da enormes posibilidades de futuro. El nearshoring será detonante de las buenas nuevas.
Este es el reto de la próxima administración y debe ser el tema toral del debate político-económico-electoral. El próximo gobierno debe comprometerse a garantizar el ambiente para dar certeza a los inversionistas, nacionales y extranjeros, a través del restablecimiento del Estado de derecho, la seguridad y el respeto irrestricto a los compromisos internacionales.
Ante esta perspectiva, el nuevo gobierno debe poner en marcha normas y políticas públicas para construir nuevos polos de crecimiento en las zonas depauperadas del territorio nacional. Dentro de este esquema, se debe aplicar una política discriminada para las diferentes regiones del país. «Un trato igual a desiguales es un trato desigual e injusto». Hasta ahora, el T-MEC ha favorecido al norte, centro y noroeste de la república y ha olvidado al sur-sureste.
Están dadas las condiciones para iniciar un plan piloto en el estado de Chiapas y posteriormente convertir a la región en el gran centro de facilitación de las inversiones nacionales y extranjeras, aplicando un modelo similar a la Alianza para el Progreso del presidente Kennedy, donde se construya la infraestructura básica para la instalación masiva de empresas, ligadas a la exportación, que generen empleo, ingreso y bienestar social. Parques industriales con todos los servicios, incluyendo agua potable y energías limpias, medios de comunicación rápidos y seguros, sistemas ágiles de conectividad y nuevos desarrollos de vivienda para las y los trabajadores con servicios médicos y educativos de calidad.
Es una responsabilidad del Estado nacional, pero dadas las circunstancias existentes es factible compartir esta iniciativa mexicana con nuestros socios, Estados Unidos y Canadá, para que en forma conjunta llevemos adelante este importante proyecto. En fin, una visión integral para el desarrollo humano.
Es una forma diferente de contemplar el futuro desarrollo de nuestros pueblos. Es una batería de acciones múltiples de iniciativa privada y gobiernos atajando la pobreza y generando riqueza y bienestar social. Es cancelar la dispersión y atomización de trabajos aislados sin resultados concretos. Es soñar en nuevos asentamientos humanos con destino promisorio.
Con esta inquietud revisé la propuesta de carreteras y trenes de la Dra. Sheinbaum y ¡¡¡oh, sorpresa!!! ninguna carretera o tren para el estado. Esta imperdonable omisión me recordó aquel anuncio de la camioneta Cheyenne: ¿Y Chiapas, apá?