Colaborador Invitado

Las mujeres al poder

Un país machista sorprendió al mundo con dos mujeres como candidatas a la Presidencia de República, producto de la lucha social, el trafagar de un pueblo en busca de su porvenir.

La lucha por la igualdad de la mujer data de muchos años atrás. El atropello, la discriminación y la violencia han sido una costumbre milenaria. Su narrativa es tan vasta que forma parte sustantiva de la historia universal. La cultura del machismo sempiterno se ha arraigado en la familia, en los gobiernos y en todas las manifestaciones de la sociedad.

La falta de respeto hacia las mujeres se convirtió en una cultura casi universal. Por siglos prevaleció esta injusta y deleznable costumbre. Su condición de mujeres las convertía en seres humanos sin derechos y, muchas veces, sin destino.

Sin embargo, a pesar de estas condiciones, algunas lograron desafiar al destino: Sor Juana Inés de la Cruz, las hermanas Brontë, la Corregidora de Querétaro, la Güera Rodríguez, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos, Frida Kahlo, Angela Merkel, Indira Gandhi, Margaret Thatcher, entre otras.

México es un país de contrastes y contradicciones. De orígenes de tlatoanis y conquistadores, a golpe de pueblo se abrió a la democracia. En paz hicimos la transición democrática y la alternancia del poder.

Un país machista sorprendió al mundo con dos mujeres como candidatas a la Presidencia de República. Increíble, surrealismo puro, realismo mágico. Estos acontecimientos tienen sustento y validez racional. No son fenómenos espontáneos o accidentales. Son producto de la lucha social, el trafagar de un pueblo en busca de su porvenir.

El costo en vidas humanas ha sido importante; el suelo nacional, en varias etapas históricas, se ha teñido de rojo. Nadie nos ha regalado nada. El infortunio ha dado paso al calor y valentía del pueblo por sus reivindicaciones y derechos.

El feminicidio en nuestro país es alarmante, pero también alentador, el movimiento feminista que libra una guerra sin cuartel exigiendo justicia y, a la fecha, se ha convertido en un gran movimiento insurgente de alto contenido político.

Las mujeres mexicanas han roto su laberinto de la soledad. Esta apreciación se sustenta en realidades tangibles. La concentración del Zócalo no tiene precedente. Una y otra vez ocuparon en forma recurrente ese espacio y otros lugares estatales con creciente determinación. Jóvenes, maduras, de la tercera edad, niñas y niños acudieron bailando, cantando, llorando y exigiendo justicia. Una movilización inédita, de una sociedad viva y con energía para hacer valer sus derechos constitucionales.

La lucha social y el ascenso democrático son una realidad nacional. En este gobierno, a pesar de la polarización política, se ha respetado el pleno derecho a la manifestación de las ideas y el ejercicio de la libre expresión. Estamos en pleno debate y refriega política.

Sin embargo, tenemos que reconocer que un alto porcentaje de la población está al margen de la vida política nacional. Muchos jóvenes están ajenos a este acontecer. No les interesa la política. Su participación es menor. Urge entender el mundo de las y los jóvenes mexicanos para que tomen conciencia de que son los herederos de este gran país. Es el reto y desafío que debemos afrontar.

COLUMNAS ANTERIORES

El mal de montaña, síndrome del poder político
Inversiones que tienden puentes

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.