Colaborador Invitado

Gestionar la deuda de Pemex

El nivel de deuda de Pemex es un factor de preocupación en sí mismo por el riesgo que representa para las finanzas públicas.

El autor es Director de analítica de datos del IMCO y profesor de macroeconomía del ITAM.

La estructura de la deuda de Pemex y la obligación sobre su pago, que recae en la empresa y el gobierno mexicano en segunda instancia, es uno de los aspectos en materia fiscal que más alarma en medio del proceso de sucesión presidencial. El nivel de deuda de Pemex es un factor de preocupación en sí mismo por el riesgo que representa para las finanzas públicas, pero a esa genuina inquietud hay que añadir la estructura de la deuda, particularmente la estructura de sus vencimientos, el costo financiero asociado y la volatilidad cambiaria que deriva de que la mayor parte del saldo está en distintas monedas extranjeras, como el dólar estadounidense.

A fin de comprender la forma en que se ha deteriorado la situación financiera de Pemex durante esta administración, podemos comparar las cifras que recibió este gobierno federal al cierre de 2018, con las que reportó Pemex recientemente para todo 2023 y cuya responsabilidad heredará este gobierno a partir del 1 de octubre a la próxima administración. Vayamos por partes.

Empecemos por la cifra que causa mayor interés, el saldo de la deuda. Al cierre de 2018, Pemex reportó una deuda financiera total de 2,082,286 millones de pesos, equivalentes a 105,792 millones de dólares u 8.6% del PIB de ese año. Estas cifras se explican por un tipo de cambio de 19.7 pesos por dólar. Si comparamos estos números con los que recientemente publicó Pemex, al cierre de 2023 el saldo de la deuda financiera total pasó a 1,794,62 millones de pesos, equivalente a 106,056 millones de dólares o 5.6% del PIB de 2023. En este caso, el tipo de cambio asociado es de 16.9 pesos por dólar. De esta manera, aunque pareciera que el monto se redujo, esto se debe a la apreciación reciente de la moneda frente al dólar que está relacionada con la trayectoria esperada para los diferenciales de tasas de interés y no con un tema de gestión de la empresa.

Un segundo ángulo de análisis es el riesgo asociado al tipo de cambio, no sólo del peso mexicano frente al dólar estadounidense sino también con relación a otras monedas como el euro, el franco suizo, la libra esterlina y el yen japonés. Usando las cifras de cierre de 2018, la deuda en moneda extranjera era 91,951 millones de dólares, el 87% del total del saldo estaba en denominaciones distintas al peso, y por tanto, expuesto a la volatilidad de la moneda. Para el cierre de 2023, Pemex reportó un saldo en deuda extranjera de 85,394 millones de dólares, el 81% del saldo total. Esta reducción en la exposición al riesgo cambiario es una buena noticia para la empresa, pero es resultado del apoyo que ha brindado el gobierno federal para hacerse cargo de los vencimientos de deuda denominados en dólares de Pemex.

Por otro lado, un tema que ha retomado atención es la estructura de los vencimientos, específicamente de la deuda de corto plazo de Pemex. El principal reto en este caso está relacionado con el nivel de tasas de interés, ya que para los bonos con vencimientos menores a un año el proceso de renegociación de la deuda es más frecuente e implica renovarlos con tasas relativamente altas. Bajo la misma perspectiva de análisis, al cierre de 2018 la deuda de corto plazo era de 9.2% del total, cifra que contrasta con el 26.6% reportado a final de 2023. Esto quiere decir que el riesgo de refinanciar la deuda de corto plazo abarca un porcentaje tres veces mayor de la deuda total de Pemex. Además, si ponemos atención a la cifra, Pemex debe refinanciar este año poco más de la cuarta parte del total de su deuda en un entorno donde la perspectiva para las tasas de interés es que se mantengan elevadas por parte del Banco de México y la Reserva Federal, puesto que para ambas autoridades monetarias es prioritario el control de la inflación. En este caso, la recomposición de la estructura de vencimientos de la deuda de Pemex sí es consecuencia de la gestión de esta administración, ya que a partir de 2019 centraron su estrategia de refinanciamiento en líneas de crédito revolventes con tasas de interés flotantes. Como consecuencia, a raíz de la crisis asociada a la pandemia esta decisión condicionó la trayectoria de los vencimientos más cortos en los siguientes años.

Finalmente, otra dimensión de análisis de la gestión financiera de Pemex se relaciona con la deuda de proveedores. A finales de 2018, el saldo de este rubro de los pasivos de corto plazo de Pemex contabilizaba 7,583 millones de dólares, cerca del 33% del total de pasivos de corto plazo. Sin embargo, para el cierre de 2023, Pemex reportó en este rubro un total de 21,260 millones de dólares, prácticamente el triple, y en un porcentaje similar del total de pasivos de corto plazo (32%) debido al crecimiento de la deuda financiera. Este es otro aspecto de gestión de la empresa que sí forma parte del ámbito de decisiones operativas y financieras de Pemex y que, desafortunadamente, sí tiene impacto sobre otros sectores al reducir la rentabilidad de las empresas integradas en diferentes cadenas productivas.

En síntesis, existen razones para que la próxima administración federal ponga atención sobre la deuda de Pemex y su estructura de financiamiento, pues su evolución puede condicionar la solidez del perfil crediticio del propio gobierno federal y entorpecer el diseño de su propia estrategia de financiamiento. El tema no es menor y la atención de los mercados financieros de deuda sobre este será clave en los próximos meses, sin olvidar la relación que este riesgo tiene con otros activos financieros, como el tipo de cambio y las tasas de largo plazo, así como las mediciones que de forma implícita valúan el riesgo país de nuestro país.

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